FURIA
Chris me siguió sin decir nada. O por lo menos no en voz alta.
Kara, de verdad no creo que esto sea buena idea.
O conmigo o sin mí, Chris. No te estoy obligando a venir.
Sola no vas, eso tenlo por seguro.- Habíamos echado a correr a la velocidad de la luz por medio del bosque.
Ya no soy una mestiza Chris. No es necesario que te preocupes tanto por mí.
Siempre me preocuparé por ti, Kara. Seas mestiza, inmortal o lo que sea.
¿Por qué dices eso?- Estaba segura que tras sus palabras se escondía lago más.
No te has dado cuenta, pero tu luz sigue en tu interior.
― ¿Cómo?― Dije en voz alta y frenando mi alocada carrera en seco. Chris saltó por encima de mi cabeza para no tropezar conmigo. Aterrizó sobre sus talones, se dio la vuelta y clavó sus ojos en mí. Me estremecí al ver cómo me miraba. Sus ojos se habían convertido en esquirlas de hielo azul, que me atravesaban el cuerpo, el alma y el corazón.
―Ni siquiera te has dado cuenta, pero no eres como nosotros. Tampoco eres como antes. Te has convertido en un nuevo ser.
―Me pierdo Chris.
―Ven―. Dijo mientras abría los brazos y yo corría a ellos. Me estrechó contra él, levanté la cabeza para poder mirarlo a los ojos y me abracé a su inmortal cintura. Me dio un dulce beso en la frente.― Verás, cuando te he transformado, no te he podido robar tu luz. Y no será porque no lo he intentado―. Aclaró al ver como juntaba las cejas.― En ese momento no me importaba nada, sólo quería tenerte de regreso junto a mí. Si luego me tenía que flagelar por haberte convertido en algo que no quería que fueras, tenía toda la eternidad para hacerlo. Pero en ese momento, lo único que quería era retenerte junto a mí.
»Te clavé los colmillos, me bebí parte de tu sangre y traté de robarte tu luz, sin éxito. Cuando despertaste, me di cuenta que tu luz seguía en tu interior. Cuando te calmas, apenas se aprecia, pero sigue estando ahí. Cuando te enfadas, brilla más de lo que ya brillaba antes, y parece que te envuelve un mar de coléricas llamas―. Juraría que se había relamido los labios, pero no lo pude asegurar.
―Entonces, si mi luz sigue brillando en mi interior, ¿por qué me he sentido tentada cuando he visto brillar la de Alice?
―No era su luz lo que te ha tentado, cielo, era su sangre.
― ¿Me estás queriendo insinuar que me he convertido en un vampiro?
― ¡JA, JA!― Rompió a reír. Le aticé un puñetazo en el hombro tan fuerte, que los dos aterrizamos en el suelo.― ¡AY!― Se quejó.
― ¿Te he hecho daño?― Pregunté preocupada.
―No―. Iba a soltar una sarta de tacos, por tomarme el pelo en esas circunstancias, pero no pude. Sus labios me besaron con avaricia.