EXPLICACIÓN
Entré en casa cuando conseguí recuperar un poco la compostura. Inspiré pausadamente, templando mis nervios y fui al salón. Las paredes de aquella estancia estaban pintadas de diferentes colores, mezclándose el verde pistacho y el fucsia. Los muebles eran blancos y lo único de color oscuro era la pantalla plana. Las cortinas combinaban a la perfección con el color de las paredes. Se notaba que aquella estancia había sido decorada por Victoria, porque rezumaba vitalidad y alegría por todos los lados. Era un claro reflejo del carácter de mi mejor amiga.
Para mi sorpresa mi madre estaba allí. ¡Genial! Vi que sobre una silla estaba mi gabardina y mi bolso, y sobre la mesa mis regalos de cumpleaños. Aunque el mejor de ellos había desaparecido escaleras abajo, instantes antes. Igual que se había ido el día de mi dieciseisavo aniversario, había vuelto el día que cumplí treinta años.(...)
(...)
Mamá se puso en pie y, sin mediar palabra, cogió el bolso, su abrigo y se fue cerrando la puerta de casa de un enorme portazo. Di un pequeño salto en el sillón al oír aquel estruendo. Los sonidos ya no llegaban ahogados a mis oídos. Todo comenzaba a cobrar vida a mí alrededor.
Giré la cabeza y vi que Victoria permanecía de pie junto a la puerta del salón.- Gracias.- Musité.
-De nada.- Dijo mientras se sentaba frente a mí.- ¿Me lo cuentas?
-¿No has dicho que te daba igual?- Empecé a notar cómo me pesaban los párpados. Me recosté ligeramente en el sillón. ¿Cuánto hacía que no dormía? Como mínimo dos días.
-Y me da igual. No quiero saber quién es, quiero que me cuentes porque sonríes de esa manera.- Dijo señalando mi rostro. Volví a girar la cabeza y a mirar mi reflejo en la pantalla. Era cierto, sonreía.- Porque para mí esa sonrisa sólo tiene un motivo.- Y lo dijo muy pícara y maliciosamente.
-No es lo que estás pensando.- Noté como mis mejillas se ruborizaban.
-¿De verdad piensas que me voy a creer que has estado cinco horas simplemente hablando con él? Kara, por favor, que no soy imbécil. Sólo le encuentro una explicación a tamaña sonrisa.- Y se repantigó en el sofá, a la espera de mi respuesta.
¿Cómo le explicaba a Victoria que aquello que ella creía que había pasado, era lo único que Chris parecía dispuesto a negarme? No le podía explicar aquello, así que opté por improvisar, sin tratar de mentirle mucho.
-¿Y cuál es esa explicación?- Ya suponía lo que me iba a decir, pero probé suerte.
-Has echado el polvo de tu vida.- Y se regodeó de su respuesta.
-¡VICTORIA!- Grité. Efectivamente acerté en mis suposiciones, pero jamás me acostumbraría a su tranquila y espontánea forma de hablar sobre el sexo.- Chris no es de eso.- Fue lo único que se me ocurrió decir.
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