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martes, 24 de mayo de 2011

La Llama del Ángel (Capítulo I)

 

VERDAD
  A través de la ventana del coche, veía cómo los árboles pasaban a una velocidad insospechada. Mi cabeza estaba recostada sobre las piernas de mi mejor amiga, de mi hermana del alma, que trataba de sosegar mi agonía y mi desesperación. Las imágenes, las palabras y las emociones extraídas en contra de la voluntad de Charles, el cazador enviado por el que un día se hizo llamar mi padre, seguían golpeando mi mente, con virulencia y demasiada fuerza. Y todavía sentía el empalagoso sabor de su sangre en mi garganta.
  Mi cuerpo se sacudió en el regazo de Victoria. Keinan, el hermano inmortal preferido de mi amado ángel, del único hombre que había amado, que amaba y que amaría, conducía a una velocidad demasiado temeraria. Nos dirigíamos a casa de Chris, a mi nuevo hogar, a la casa que aquel bello, hermoso e inmortal ser había comprado para que construyéramos nuestro futuro. Pero ellos, mi antigua familia, querían arrebatarme ese futuro, arrancarme lo que más quería y segar mi mortal vida y su inmortal existencia.
  Sentí como los descomunales brazos de Keinan me sacaban del coche y me llevaba en volandas dentro de la casa. Oí los temblorosos pasos de Victoria detrás de nosotros. Sus bonitos ojos marrones chocolate mostraban el miedo y la incomprensión. Hacía apenas veinte minutos que había descubierto que yo no era una simple humana, y que tanto mi futuro esposo como su familia tampoco lo eran. Ellos eran morwins, demonios bebedores de sangre y ladrones de luces, como los llamaban los cazadores. Inmortales, como los llamaba yo. Y yo era una mestiza, una mujer creada a partir del material genético extraído de un pedazo de piel que le habían arrancado a mi inmortal amor setecientos años atrás. No era humana del todo, pero tampoco era inmortal. Todavía.


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