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jueves, 26 de mayo de 2011

La Llama del Ángel (Capítulo III)


CONFUSIÓN
  Pasé casi toda la noche en el tejado, perdida en la inmensidad de aquel hermoso firmamento y en la profundidad de mis pensamientos y de mi dolor. Pensaba en qué ocurriría cuando Lucian y Chris se encontraran, en el dolor que uno de ellos sufriría, en ese tormento que mis decisiones y sentimientos le provocarían. Y su dolor fue mío, porque no quería que ninguno de los dos sufriera, no deseaba más luchas ni más tensiones. Sólo ansiaba la paz, una tranquila vida al lado de mi único amor y de su familia que ahora era la mía.
  Casi al amanecer bajé a nuestro dormitorio. Aspiré una fuerte bocanada de aire, dejando que su sutil y varonil aroma, que todavía persistía en el aire, inundara mis pulmones y me sosegara levemente. Habían pasado siete horas desde que había llamado a Chris. Las tres horas que me faltaban se me harían eternas. Porque cada segundo sin él era una inmensa eternidad, fría y yerma. Él era mi única razón de existir.
  Me di una ducha, dejando que el agua casi ardiente le diera calor a mi helado cuerpo. Y ese frío no era debido a que había pasado la noche en el tejado. Me vestí con unos vaqueros y una camiseta de algodón azul, del mismo color que sus oceánicos ojos, y bajé a la cocina. Allí me encontré con Keinan, que tenía una copa de metal entre las manos y bebía su contenido. No necesité preguntar qué era lo que bebía, ya que el olor a óxido y azúcar empapó mis fosas nasales. Keinan estaba calmando su sed.
  -Buenos días.- Dije con mi voz más melódica. Keinan se terminó el contenido de la copa antes de darse la vuelta y mirarme a los ojos. Todo su optimismo había desaparecido, y en su lugar había una nueva expresión que yo no sabía a que era debida.
  -Hola Kara.- Y enjuagó la copa bajo el chorro de agua caliente.
  -Keinan…- dudé durante unos instantes si preguntar o no, pero lo hice.- ¿Qué te ocurre? Estás muy raro desde ayer por la noche.
  -Nada.- El timbre de su voz denotaba que mentía.
  -¿Y si es nada, por qué estás bebiendo?
  -Hay muchos humanos en esta casa.- Sus ojos me esquivaban, y eso significaba que ocultaba algo. Me planté frente a él y le cogí por la barbilla, obligándole a mirarme. Alcé las cejas y no necesité pronunciar la pregunta.- No quiero perder el control.
  -Hace más de ciento cincuenta años que no lo pierdes, y has estado rodeado de miles de humanos, así que no me mientas. ¿Qué te ocurre?
  -Nada.- Dijo apartando sus claros ojos de los míos y liberándose de mi mano.- Deja de preocuparte por mí. Hay cosas más importantes a las que dedicar tus energías Kara.
  -¿Así que te ocurre algo?
  -Tu madre está bajando las escaleras, y Trizia ya se ha despertado.- Y salió de la cocina, sin dejarme que le dijera nada más. No me gustaba ver a Keinan así. Él era uno de mis nuevos hermanos preferidos. Así como Drake me aportaba calma, Keinan me infundía optimismo. Y era como si de pronto toda esa fuerza y energía hubieran desaparecido de él. Era, como si por primera vez en sus doscientos años, deseara no ser lo que era y se lamentara por no poder dejar de serlo.

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