RUEGOS
No esperé a que Lucian me dijera nada, y mucho menos le di tiempo a Chris para que me pusiera alguna pega o impedimento a mi necesidad de hablar con su hermano, así que nada más terminé de decir aquellas palabras, salí de la casa y me encaminé hacia la espesura del bosque. Si me quedaba cerca de la magnífica casa que Chris había comprado para que fuese nuestro hogar, habría más de dos pares de orejas capaces de oír cada una de mis palabras, y no quería que fuera así. Quería que mis motivos y argumentos fueran míos y de con quién yo decidiera compartirlos.
Agudicé un poco mis sentidos y en cuanto escuché los silenciosos pasos de Lucian tras de mí, saqué a la cazadora que llevaba dentro. Giré mi cabeza, le sonreí a Lucian, con mis colmillos fuera, y eché a correr en cuanto vi su sonrisa de complicidad. Me siguió sin ninguna dificultad.
Me detuve cuando consideré que ya estábamos lo suficientemente lejos para que no escucharan nuestra conversación desde la casa. Di un brinco y me senté en lo alto de una gruesa rama a unos ocho metros de altura. Me imitó y al segundo siguiente lo tenía frente a mí, tan guapo como siempre, y ahora relajado al no estar su hermano delante y no contemplarme entre sus brazos.
-Veo que sigues necesitando desfogarte.- Me dijo al comprobar que todavía no había escondido a la cazadora.
-Y a ti te sigue gustando tensar la cuerda.- Alcé las cejas cuando dije aquello y los restos de mi demoníaca esencia quedaron ocultos bajo mi humanidad.
-Nunca fuimos los mejores hermanos del mundo. La inmortalidad no mejoró esa situación.
-Y que yo me enamorara de él, tampoco fue un cambio para mejor, ¿no?
-No, Kara. No lo fue.
-Hasta que no apareció Chris, nunca me insinuaste nada.- No quería que aquello sonara como un reproche, pero no lo conseguí.
-Jamás creí que fueras capaz de amar a uno de nosotros.- Y sus palabras también sonaron a censura.
-Te quise, Lucian. De hecho te sigo queriendo. Pero no puedo amarte. Sólo puedo hacerte un hueco en mi corazón.
-Mientras que mi hermano ocupara la inmensidad del mismo, ¿cierto?
-Sin él no soy nada, Lucian. Chris es la única razón de mi existencia, y sabes que eso es en el más literal de los sentidos. No tengo vida sin él.
-Pero arriesgas tu existencia a cada segundo que pasas cerca, Kara. Podría matarte.
-Lucian…- suspiré tratando de templar mis nervios y busqué la manera de que mis palabras no le hirieran más de lo absolutamente necesario.- Lo has visto, Victoria te lo ha mostrado. ¿Realmente podrías considerar eso como vida, existencia o algo similar?- No dijo nada, desvió la mirada de mis ojos, pero antes de hacerlo pude ver como su expresión se cargaba de culpa. Pasé mis dedos por su mejilla y le obligué a mirarme de nuevo.- No te lo voy a reprochar. Sé que en el fondo lo único que querías era mi bienestar.
-Sólo quería protegerte.- Y sus gélidos dedos de hielo imitaron mi gesto, acariciando mi mejilla derecha.
-Lo sé. Y Chris también, por eso creyó que era lo mejor y se fue. Pero no podéis salvaguardarme de lo que soy. Y lo que soy conlleva un montón de riegos para mi vida. Tanto si estáis, como si no.- Y aparté su mano de mi cara con suavidad. Mi gesto no le ofendió.
-Te he echado de menos.- Musitó, con aquellos bellos ojos mirándome con auténtico cariño y ternura. Chris no era capaz de mirarme así. La mirada de mi ángel siempre estaba cargada de dos cosas. Devoción y culpa.
-Me gustaría poder decirte lo mismo, Lucian. Pero cuando os fuisteis, mejor dicho, cuando tu hermano se fue, me prohibí a mi misma recordar y me negué a olvidar. Pensar en ti hubiera evocado una reminiscencia tan dolorosa que no hubiera sido capaz de soportarlo. Hubiera significado mi muerte.
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