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sábado, 25 de junio de 2011

Almas Gemelas (Primer capítulo)

Aquí os dejo el primer capítulo de la tercera novela que compone la Saga el Ángel. Espero que os guste. Esto es un primicia, puesto que el libro no está terminado todavía.
Un beso, un abrazo y un mordisco!!!! 

LATIDOS
  La oscuridad me había invadido. Y no podía luchar contra ella, porque mi prioridad era que mi corazón siguiera latiendo. La vida se me escaba en cada batir desesperado, en cada leve bocanada de aire que entraba en mis pulmones. Sabía que me estaba muriendo y, por primera vez en mi vida, supe a ciencia cierta, de esa noche no pasaría. 
  -Kara, despierta, mi amor. Abre los ojos.
  En cada palabra que mi marido pronunciaba, se dibujaban claramente el dolor, la angustia, la desesperación y el sufrimiento. Pero no puede responderle, ni tan siquiera pude abrir los ojos o permitirme pensar en esa opción. Debía usar las fuerzas que me quedaban en permanecer con vida hasta que me llevaran con Helia para que salvara a mis hijos. El resto, mi vida o mi muerte, mi eternidad junto a mi amado ángel, junto a mi alma gemela, carecían de sentido.
  -Hay que llevarla con Helia.- En la voz de mi cuñado, de ese hombre que juró un día que me amaba y que si mi vida terminaba, acabaría con mi esposo, también se había instalado el dolor.
  -¡DRAKE!- Gritó Chris desesperadamente.
  Una suave brisa sacudió mi cabello cuando el hermano adoptivo de Chris hizo su aparición.
  -Déjame verla. Muévela con cuidado.
  Sentí como mi marido me giraba con suma delicadeza. El dolor de la espalda me sacudió como un latigazo. No grité, no gemí, no mostré señal alguna de vida. Tenía que seguir concentrándome en el latido de mi corazón.


Las frías manos de Drake inspeccionaron mi espalda. Su tacto alivió el dolor que sentía.
  -Esto no pinta bien. Necesito que hagas presión sobre la herida Chris, pero con cuidado. Si presionas demasiado fuerte, le partirás la columna y si lo haces con demasiada delicadeza, se desangrará. No debería haberse quitado ese cuchillo.- Musitó exponiendo en alto sus pensamientos.- Hay que llevarla con Helia y rápido. Sus latidos son irregulares. Toma, usa mi camiseta para ayudarte a presionar y a detener la hemorragia. Victoria, ¿cómo habéis llegado hasta aquí?
  -En un coche que robamos. Está escondido junto al antiguo almacén.- Dijo con voz temblorosa.
  -Bien, id en el coche. Yo iré corriendo y avisaré a Helia. Lo tendremos todo preparado cuando lleguéis. Osiris, ¿podéis encargaros de limpiar todo esto? No quisiera que algún guardián o un simple humano se tropezaran con esta escena.
  -No te preocupes Drake, nosotros nos encargamos. Llevad a Kara con Helia.
  Ni siquiera me había dado cuenta de la presencia de Osiris y los demás. Recordé a Obsidiana matando cazadores cual diosa de la venganza. Pero inmediatamente dejé de pensar. Un pinchazo sacudió mi vientre, desgarrándome por dentro. Seguí sin mostrar señal alguna de vida. 
  -No te mueras Kara, por favor. Resiste.
  La desesperación era muy patente en la voz de Victoria. Estaba segura de que empezaría a culparse por haberme permitido venir con ella.
  -Drake…- Esta vez en la voz de mi amado ángel solo había una cosa. Miedo.
  -¡Mierda!- Mal asunto que mi cuñado soltara un taco. Muy mal asunto. Su aparente calma se rompía por momento. Me di cuenta de que me había hecho pis encima, pero no entendía que tenía que ver eso con el miedo de Chris y el nerviosismo de Drake.
  -Ha roto aguas.- Entonces no me he hecho pis, pensé, aun sin entender el revuelo que había causado ese hecho.- El agua está sucia, mezclada con sangre. Eso significa que hay sufrimiento fetal. Tenéis que daros prisa. Hay que sacar a los bebés enseguida.
  Noté como Chris me levantaba con delicadeza, mientras su mano seguía presionando mi herida. De nuevo la leve brisa me indicó que Drake se había puesto en camino. Oí como Lucian se cargaba a Victoria sobre la espalda, mientras ella se quejaba por lo bajito. Y sentí como Chris se lanzaba a una carrera desesperada, mientras yo trataba de que mi corazón no se detuviera.
  Empecé a concentrarme en los latidos de mi corazón para no pensar en nada más. Sabía que si mi mente se ponía a divagar en todo lo que estaba ocurriendo, lo único que conseguiría era que mi corazón se parara. Y Drake tenía razón, mis latidos eran erráticos.
  Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, y aún así no tenía claro que consiguiera mantenerme con vida hasta llegar a la casa. La vida se me escapaba por momentos.
  Sentí el olor a tierra cuando Lucian aceleró e hizo patinar las ruedas de aquel coche. Escuché como Victoria contenía la respiración, imagino que asustada por la alocada carrera de mi cuñado o, y probablemente esto era lo más factible, por la bronca que le iba a echar éste en cuanto llegáramos a casa. Me hubiera gustado explicarles lo que había pasado, pero no podía. Seguí concentrándome en mis latidos, cada vez más erráticos y más débiles.
  Pero a pesar de mi debilidad, notaba el ambiente del coche cargado de tensión. La que más sentía era la de Chris, tal vez porque estaba entre sus brazos y su aroma me cosquilleaba en la garganta. A pesar de estar muriéndome, seguía sintiendo como mi cuerpo reaccionaba a su cercanía, como si fuera un imán que me atrajera hacia él.
  Luego sentí la tensión entre Victoria y Lucian. Sabía a ciencia cierta, que a mi amiga le iba a caer una sonora bronca en cuanto esto se solucionara, para bien o para mal. Conocía el carácter temperamental de Lucian y también la terquedad de Victoria. Se iban a enzarzar en una buena pelea, y ninguno de los dos iba a ceder. Y yo no podía interceder por ninguno de los dos. Volví a concentrarme en mi frágil corazón que quería detenerse por momentos.
  Lucian frenó suavemente. Probablemente si yo hubiera estado en ese lamentable estado, la frenada hubiera sido muy brusca y hubiéramos salido despedidos por la luna delantera. Pero calmó su ira a tiempo para que no nos pasara nada. En el ambiente se olía su furia y su ira.
  -¿Qué ha pasado?- La voz de Helia provenía de lo alto de las escaleras, pero al segundo siguiente, sentí su mano sobre mi muñeca, tomándome el pulso.- Esta muy mal Chris, hay que llevarla abajo, deprisa.
  Otra vez el viento que provocaba la alocada carrera de mi marido sacudió mis cabellos. Oí como mi madre lanzaba un suspiro angustiado cuando me vio pasar en aquel estado por delante de sus narices. Ella estaba tan asustada como Chris.
  Sentí como me tumbaba sobre la camilla con delicadeza, pero no quitó la mano que taponaba mi hemorragia. Me pregunté cómo era capaz de soportar el olor de mi sangre y, recordé cuan apetecible era yo para él. Así que debía estar pasando un auténtico infierno. Pero en ningún momento su pecho rugió. Estaba más preocupado por mi bienestar que por las posibles sacudidas que sentiría su cuerpo al olfatear mi sangre. Definitivamente, aquello era el verdadero infierno para Chris.
  -Déjame ver la herida de la espalda.- Helia me examinó con delicadeza. Yo volví a concentrarme en mis latidos. –Mmm, has conseguido detener la hemorragia. Sangra, pero no es tan escandaloso ni tan abundante.- Y entonces Helia se percató de algo. Del sufrimiento de su hijo.- Sal que aquí Chris. Yo me encargo.
  -No.- Rotundo y tajante, como siempre.
  -Chris, no hagas esto más difícil. Sal de aquí.
  -He dicho que no. No me pienso separar de ella. Así que deja de discutir conmigo y atiéndela a ella.- Y no había discusión alguna posible a aquellas palabras. La rudeza estaba presente en cada palabra.
  -Como quieras. Drake, cósele la herida de la espalda. Yo voy a hacer una ecografía. Lucian, saca sangre del banco. AB positivo.
  ¿Lucian estaba allí? ¿Y Victoria? ¿Dónde estaría? En un primer momento pensé en agudizar mi olfato para encontrarla, pero no debía emplear mis escasas fuerzas en trivialidades.
  Noté como me clavaban un aguja en el brazo, y como me ponían una vía. Más sangre, pensé, más dolor para Chris. ¿Por qué había sido tan estúpida y no me había limitado a decirle lo que pasaba? Lo hubiera podido hacer, pero en vez de eso, preferí correr a socorrerlo. Una vez más, la imperiosa necesidad de él se impuso a la sensatez.  
  -Esto no me gusta.- En la voz de Helia se denotaba la creciente preocupación.
  -¿Qué pasa, papá?
  -Me temo que voy a tener que practicarle una cesárea, y en su estado no sé si lo va a soportar.
  -Papá.- Más preocupación, esta vez en la voz de Drake.- La sangre, no funciona.
  -¿Qué quiere decir eso?- Chris se crispaba por momentos. Su voz se alzó un par de octavas.
  -Que no puedo hacerle una transfusión. Su cuerpo rechaza la sangre.
  -Ponle una dosis de morfina. Voy a hacer la cesárea. Y tú, hijo, prepárate. Debes decir si la transformas o la dejas morir. Y decide rápido. No tenemos tiempo.
  -Papá, no he encontrado la forma de que su luz no deje de brillar.
  -Pues no tienes tiempo Chris. Así que decide deprisa.  La transformas, con todas sus consecuencias, o la dejas morir, con lo que eso significará para ti. Pero hagas lo que hagas, no eres culpable de nada. Ella decidió por ti Chris. Desde antes de conocerte.
  -Ya está, papá.- Sentí como el dolor desparecía paulatinamente. Empecé a relajarme. Me entró sueño, estaba cansada, quería dormir, pero no me lo podía permitir. Un último esfuerzo, pensé. Aguanta hasta que los niños nazcan, y luego… bueno, luego ya se vería. Esa decisión no estaba en mis manos. 
  El bisturí cortó la piel y la carne de mi vientre, y oí el leve rugido del pecho de Chris. Él seguía pasando por un infierno mientras permanecía a mi lado. Mi sangre seguía resquebrajando su calma y su dominio sobre la bestia. Pero, yo, no sentía mi dolor, solo un leve cosquilleo allá por donde pasaba el bisturí. Mi dolor no era físico. Era mucho más profundo. Era el dolor de la desgarrada alma de Chris sacudiendo la mía, clavándose en mi interior y desgarrándome por dentro, como lo estaba haciendo ese bisturí.
  -Bien, tengo a uno. Morraine, prepáralo todo. Debes encargarte de los pequeños.
  ¿Mi madre estaba allí? ¿Desde cuándo? Ni siquiera la había oído, ni olido. Tal vez era el efecto de la morfina, o lo más seguro, es que me estaba muriendo por momentos.
  Oí el llanto de un bebé, de mi bebé, del primer hijo que teníamos Chris y yo. Nuestro, pensé. Y al segundo siguiente tuve que centrarme en mis latidos, porque cada vez eran más débiles.
  -Chris, es una niña.- La voz de mi suegro denotaba alegría, una felicidad que jamás creí escuchar en su voz. Estaba orgulloso, como cualquier abuelo.
  -Se llamará Jade. Kara quería ese nombre para el bebé si era una niña.
  -Jade.- Dijo mi madre completamente embelesada por mi hija, que calló en cuanto oyó la voz de su abuela. Me pregunté cómo sería su carita, si estaría bien, si sería pequeñita o menuda, si sería fuerte. Céntrate Kara, me dije a mi misma. Mi corazón no aguantaría mucho.
  -Bien, voy a sacar el segundo. Prepárate Chris, después viene la transformación.
  No te culpes mi amor, tu padre tiene razón. Yo decidí permanecer junto a ti, pensé. Pero sabía que eso no servía para nada, él se culparía el resto de la eternidad, tanto si yo vivía como si yo moría.
  -Es un niño.- Dijo mi suegro al tiempo como sentía que me lo arrancaban de mi interior, y mi hijo lloraba desesperado.
  -Tranquilo pequeño, estás con la abuela.- Le dijo mi madre con su voz dulce y suave como la seda. El efecto fue inmediato en mi hijo, que calló al instante.
  -Aquiles.- Dijo mi marido roto por la emoción. Supuse que era por el hecho de que había conseguido un imposible. Ser padre cuando se supone que no se puede.
  -¿Aquiles?- Dijo mi suegro consternado. No entendí su tono de voz, y tampoco porque Chris había elegido ese nombre.
  -Sé que es el nombre de uno de tus hijos. Es lo mínimo que te debo papá, después de todo lo que has hecho por Lucian y por mí.
  Ahora lo entendía. Chris le debía mucho a Helia y su única forma de agradecérselo era esa, poniendo a uno de nuestros hijos el nombre de uno de los descendientes muerto de mi suegro.
  Y luego, unos segundos interminables cargados de un tenso silencio. Imaginé que Chris seguía sopesando la idea de convertirme, mientras mi suegro, Drake y Lucian lo miraban, intentando convencerle sin palabras. Decidí hacer un último esfuerzo, aunque tal vez me costara la vida.
  Hazlo, Chris, no quiero morir, quiero estar junto a ti el resto de la eternidad. Es mi elección.
  Y mi corazón se paró. Había agotado mis fuerzas en ese intento desesperado de comunicarle mis deseos a Chris.
  -¡KARA! ¡NO! Ahora no. Resiste mi amor, resiste y te daré lo que quieres.
  Late. Oh venga, late de una maldita vez. ¡Joder! ¡Qué latas! Le dije a mi maltrecho corazón.
  -Drake, el desfibrilador, deprisa.- Helia se crispaba por momentos.
  Sentí unas frías placas metálicas sobre mis pechos, y al instante siguiente, una potente descarga sacudió mi maltrecho cuerpo. Me sacudí sobre la camilla, alzándome unos centímetros por encima de ella.
  -Por favor, Kara, por favor, no me dejes. ¡Papá!- Chris se descomponía por momentos.
  Te he dicho que latas de una vez. Ahora no te puedes parar. Ya tendrás el resto de la eternidad para permanecer tranquilo, pero late de una vez.
  Otra descarga me volvió a sacudir. Mi cuerpo se dobló y mis nervios se crisparon. Tenía que conseguir que mi corazón latiera de nuevo, aunque solo fuera durante unos minutos.
  -¡Por favor, Kara! No me dejes, regresa a mí, mi amor. Vuelve y te daré lo que quieras, sin importarme si tu luz brilla o no. Vuelve mi amor. Si no lo haces por mí, hazlo por nuestros hijos.
  Mis hijos, pensé. Tenía que verlos. Quería saber cómo eran sus caritas, sus pequeños cuerpos, saber si se parecían a su padre o a mí. Necesitaba estar con ellos. No sólo con Chris, sino con mi familia. Y tenía que conseguir resistir, porque sino, también temía que Lucian se lo echara por cara a Victoria. Y debía impedir que Jake encontrara a mis hijos y a mi nueva familia. Tenía demasiados asuntos pendientes que resolver como para permitirme el lujo de morir.
  ¡Late de una jodida vez! Le grité a mi maltrecho corazón. ¡Late joder!
  Bum, bum, bum, bum, bum.
  -Vuelve a tener latido.- Dijo mi suegro pletórico.
  -Eso es, mi amor. Lucha.- Sentí como uno de sus mechones me acariciaba el rostro, cuando se acercó a susurrarme al oído.- Te voy a dar lo que quieres. No te voy a dejar escapar. La eternidad es nuestra, mi vida.
  El placer recorrió mi cuerpo, sacudiéndome. Estaba segura que me había estremecido tanto que mi cuerpo se había movido sobre la camilla.
  -¿Qué tengo que hacer papá?- La determinación era patente en la voz de Chris.
  -El proceso de conversión es el siguiente. Primero debes morderla y beber parte de su sangre, mientras le transfieres el veneno y le robas su luz.- ¡Joder Helia! Te podías haber ahorrado esa parte, pensé.- Luego tienes que morderte a ti mismo, en la muñeca, por ejemplo, y darle a beber parte de tu sangre, para que neutralice el poder destructivo del veneno. Después hay que esperar un día y medio.
  -Bien. ¿Cuánta sangre me tengo que beber, y cuánta le tengo que dar?
  -En lo de beber no estoy seguro Chris. Cuando convertí a Drake, no sé cuánta bebí. Pero tú debes tener cuidado. Su sangre es lo que más deseas en esta vida, junto a su luz. Calcula tú, pero no bebas mucha, porque ya ha perdido la suficiente. En cuanto a la que tiene que beber, su propio cuerpo dirá basta, y dejará de succionar de tu muñeca. Cuando el veneno quede contrarrestado, el propio cuerpo de Kara dirá basta.
  -Papá, esto ya está.- Dijo Drake de repente.- Si se fuera a quedar como una humana, le iba a quedar una cicatriz horrible en el abdomen.- ¿De qué demonios estaban hablando?
  -Lo sé Drake. No he tenido mucho tiempo para hacerle una cesárea limpia. Había que sacar a los niños deprisa.- Cómo si me importara mi cuerpo en ese momento. Lo que realmente me importaba era que Chris no me había clavado los colmillos todavía. ¿A qué puñetas estaba esperando? No sabía cuánto tiempo más conseguiría mantener a mi corazón en funcionamiento.
  -¿Estás preparado Chris?- Lucian le habló con resentimiento a su hermano.
  -Sí. Lucian, sino quieres, no tienes porque quedarte. Sé que estás en contra de lo que voy a hacer.
  -No me largo Chris. Es cierto, preferiría que siguiera siendo humana, pero no quiero verla morir. No eres el único egoísta de la familia, Chris. Y le dije que siempre podría contar conmigo. Así que déjate de charlas y hazlo de una maldita vez. No sé lo que va a aguantar su corazón.- ¡Mierda! Pensé. Se volvían a pelar por mi culpa. Cuando me despertara iba a tener que hablar con esos dos muy seriamente. Se iban a enterar. Porque frente a ellos esta vez no iban a tener a una mestiza, ni a una mujer embarazada. Iban a tener a una morwin muy cabreada.
  -Lo siento.- Fue lo último que dijo Chris, antes de clavarme sus colmillos en mi cuello. Estaban fríos, pero no sentí dolor, si es que se suponía que debía sentirlo, tal vez porque la morfina todavía estaba haciendo efecto en mi cuerpo, o pudiera ser que porque aquello era lo que había estado esperando desde el mismo instante en que le conocí. No sentí dolor, sino placer. Iba a conseguir mi segundo ansiado deseo.
  El veneno de Chris comenzó a correr por mis venas, al tiempo que él bebía mi sangre, esa sangre que tantas veces había deseado y que se había prohibido probar. Me pregunté si sabría como él decía que olía, a fresas y jazmín, dulce, sin empalagar. Pero no me dio tiempo a pensar en mucho más. Retiró con cuidado sus colmillos de mi cuello, y mientras la ponzoña recorría mi cuerpo, congelándome en el tiempo y otorgándome la eternidad, note como se me partía el alma. Ese sufrimiento no era mío, era de Chris, era lo que latía en su interior, en esa alma atormentada por los errores cometidos, por las muertes causadas, y por no poder cumplir su promesa. Darme una eternidad sin robarme mi luz. Quise llorar, pero ya no podía. No me quedaban fuerzas, y la conversión se estaba iniciando.
  -Bien, ahora dale tu sangre, Chris.- Helia había cambiado el tono de su voz, y en vez de ser calmante, era seco, duro y severo.
   A mis fosas nasales llegó un efluvio que reconocería entre los millones de olores de este mundo. Sándalo y cítricos. El olor de la sangre de Chris. Eso quería decir que se había mordido la muñeca para que yo bebiera de él. Traté de abrir los labios con las poquísimas fuerzas que me quedaban, y no pude. Estaba demasiado agotada como para poder hacer ese simple gesto.
  Noté el frío de la muñeca de Chris en mi boca, la gélida sangre cayendo sobre mis comisuras, pero no pude beber. Era incapaz de dar un simple sorbo.
  -Papá, no bebé, no reacciona.- Más desesperación en su voz, a la par que sufrimiento y dolor.
  -Joder.- Fue todo lo que mi suegro dijo. Y que él soltara un taco no era buen augurio.- Bien, vamos a hacer lo siguiente. Chris, siéntate en esa silla. Drake, trae las jeringuillas y asegúrate de que la vía que lleva Kara sigue en su sitio. Y tu Lucian, ven aquí, vas a tener que morder a tu hermano.
  ¡Y un cuerno! Pensé. ¿Es qué Helia se había vuelto loco o qué?
  -¿Qué?- Fue todo lo que mi cuñado alcanzó a decir.
  -Lo que has oído, Lucian. Hazle caso a papá.- Chris confiaba ciegamente en Helia.
  -Chris, esto es una locura.- Pero al parecer, Lucian no estaba seguro de lo que su padre adoptivo quería hacer.
  -No lo es, Lucian. Creo que sé lo que pretende hacer papá, y no tenemos tiempo para discusiones. Kara se muere y necesita mi sangre, puesto que soy yo el que la ha mordido. Está tan agotada y destrozada que no puede beber por sí misma, así que la única forma que hay es haciéndole una especie de transfusión. No puedo morderme yo mismo, y lo sabes, así que hazle caso a Helia.
  -Chris, te va a doler. Ya sabes cuánto duele esto.
  -Me va a doler más que ella se muera, Lucian. O lo haces tú, o le digo a Keinan o Andros que lo hagan ellos. Decide, no le queda tiempo.
  -¿Y si te paso mi veneno?
  -Ya sabes que la única manera de no hacerlo es no salivando. ¡Maldita sea, Lucian! O lo haces tú o le digo a Keinan que baje. No tenemos tiempo. Y no la pienso dejar morir.
  No creo que pasarán más de dos segundos, pero a mí me parecieron una eternidad.
  -Está bien. Pero esto no me gusta.
  -Ni a mí, pero es lo que hay. Lo que sea con tal de salvarla Lucian.
  -Bien, puesto que ya os habéis puesto de acuerdo, comencemos. No creo que Kara resista mucho más. Drake, ¿está todo preparado?
  -Sí, papá. Toma las jeringuillas. Pásamelas y yo le iré inyectando la sangre a Kara. Esperemos que el procedimiento sea el mismo, y cuando el veneno quede contrarrestado, su cuerpo diga basta.
  -Esperemos.- La voz de mi suegro no denotaba convencimiento ninguno. Era la primera vez que se enfrentaban a una situación así.- Chris, siéntate en esa banqueta. Lucian, prepárate, no hay tiempo que perder.
  La tensión era más que patente, tanto que hasta en mi estado la podía palpar. Y luego, mi interior se desgarró como jamás se había lacerado. Chris no gritó, a pesar de que los colmillos de Lucian se habían clavado en él. Lo supe porque de nuevo el olor a sándalo y cítricos me sacudió. Y Lucian tenía razón, aquello dolía. En mi brazo derecho sentí la punzada de los colmillos de Lucian, como si me estuviera mordiendo a mí, en vez de a Chris. Nuestra conexión era tan grande que sentía su dolor físico y anímico como mío.
  Un ligero helor recorrió mis venas, mezclándose ese frío con el ardiente calor que estaba experimentando. Hasta ese momento no me di cuenta de que mi temperatura corporal había ido en aumento y la sangre gélida de Chris estaba contrarrestando ese frío.
  Cuatro veces más me resquebraje por dentro, cuatro dolorosas e insufribles veces me partí, me romí y desmenucé como si fuera una muñeca de porcelana y alguien estuviera dando martillazos. Las cuatro veces que Lucian volvió a morder a Chris. Y luego otra vez la frialdad de la sangre de mi marido deteniendo el insufrible incremento de mi temperatura.
  -Ya no admite más, papá.- Drake había puesto la última jeringuilla llena de sangre de Chris en mí, y mi cuerpo dijo basta. Cuatro jeringuillas habían sido suficientes y me pregunté si con eso bastaba, si el proceso se cumpliría como se suponía que debía. Porque si no era así, en escasos minutos iba a morir.
  La sedosa mano de Chris acarició mi rostro, que supuse que tenía que tener un aspecto espantoso porque una punzada de sufrimiento ajeno me volvió a sacudir. Pero la ternura con la que acariciaba mi mejilla me reconfortó. Puede que a pesar de todo consiguiera lo que tanto ansiaba.
  Mis latidos se fueron ralentizando, al tiempo que el frio me invadía y me congelaba. Estuve segura que si no hubiera estado en el lamentable estado en el que me encontraba, mis dientes se hubieran puesto a castañear.
  Y de pronto una bocanada de aire llenó mis pulmones, una última bocanada desesperada por aferrarse a una vida que ni siquiera quería, acompañada por el batir irregular de un corazón capaz de amar más allá de la vida, de la muerte o del paso del tiempo.
  Mi corazón se paró, tras el póstumo latido que daba.

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