CAMBIOS
Aquella mañana fue un auténtico tormento. La cabeza no dejó de darme vueltas y hubo un momento en el que creí que me iba a explotar. No dejaba de pensar en el hecho de que Chris había permanecido junto a mí durante media noche, que había podido dormir entre sus brazos, sintiendo su dulce y varonil aroma cosquilleándome en la garganta, escuchando el suave ronroneo de su pecho.
Y a él le había gustado. Según sus palabras textuales, había sido su mejor noche en siglos y, teniendo en cuenta que tenía más de mil años, había tenido muchas noches. Se había sentido humano, y eso era algo bueno.
A media mañana fui al baño, para tratar de despejarme. Los números se me habían atragantado y no había manera de cuadrar cifras, ni gastos, ni presupuestos, ni nada de nada. Una vez más, me pregunté qué demonios hacía rodeada de números, si siempre los había detestado. Una vez, me contesté a mi misma que era mi manera de no recordar sin olvidar.
(...) -¿Qué piensas?- Me preguntó mientras se acercaba a mí y me rodeaba entre sus brazos. Me dio un dulce beso en la frente. Sus ojos volvían a ser azules.
-Estaba pensando en que podía hacer algunos cambios en mi dormitorio. El color de las paredes y alguna que otra cosa. Ahora ya no necesito no recordar.- Y rodeé su cuello con mis esbeltos brazos. A sus preciosos ojos regresó la sombra de dolor.
-No viviré el tiempo suficiente para expiar el daño que te he hecho.- Dijo mientras sostenía mi rostro, con delicadeza, entre sus nervudas y fuertes manos. Sus dulces, carnosos y fríos labios se depositaron sobre los míos, mientras su pecho rugía, conteniendo a la bestia, mientras el hombre me regalaba, no sin un enorme esfuerzo por su parte, uno de esos exquisitos besos que tanto me gustaban y me enloquecían. Mi corazón comenzó a latir desbocadamente.
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