HUMANO
Aquella noche tuve un sueño, un extraño y espantoso sueño, demasiado real para mi gusto. Hacía años que no soñaba y aquella pesadilla fue horrible.
Estaba en mitad de un bosque, rodeada de inmensos árboles, tan grandes y frondosos que apenas dejaban pasar la luz del sol. No podía decir qué hora del día era, porque la espesura del bosque me impedía percibir con claridad la luz.
Olía a sangre, a sudor y sufrimiento. Di una vuelta sobre mis talones y vi que atados a los árboles estaba la familia de Chris. Sus tres hermanastros, Drake, Keinan y Andros, su hermano Lucian y su padre adoptivo Helia. Todos inconscientes. ¿Qué hacían ellos allí? Fui corriendo a desatarlos, empezando por aquel al que quería como a un hermano, a pesar de que su amor por mí fuera distinto. Cuando me acerqué a Lucian me di cuenta de que el olor a sangre era porque estaban heridos.
-Lucian, Lucian.- Grité, mientras sostenía su cabeza entre mis manos. Estaba inconsciente.- Lucian, despierta. ¿Quién os ha hecho esto?
-¿Kara? ¿Eres tú?- Dijo al tiempo que abría los ojos, unos hermosos ojos azules, parecidos a los de su hermano, pero sin ser tan profundos ni arrebatadores.
-Sí Lucian, soy yo. No te muevas, voy a soltarte.
-No Kara, vete. Es una trampa. Estás en peligro. Corre, vete.- Sus ojos comenzaron a ponerse en blanco, como si fuera a perder de nuevo el conocimiento.- Vete amor mío. Tú tienes que salvarte.
-¡LUCIAN!- Grité. Pero era demasiado tarde. El hermano de sangre de mi único amor, se había vuelto a desmayar.
-Yo que tú no perdería el tiempo con ellos.- Dijo una voz que jamás había oído tras de mí. Era bastante dulce y de timbre cantarín, pero en él había unas notas de sarcasmo y chulería que no me gustaron. Mis instintos se despertaron y mis ojos se tornaron oscuros cual siniestra noche, dejando salir a flote a la cazadora que llevaba dentro. Giré sobre mis talones, con las manos retraídas como si fueran zarpas y noté cómo mis colmillos se alargaban.
-Yo, en tu lugar, tampoco haría eso.- Dijo el hombre que tenía ante mí. Era alto, aproximadamente de un metro ochenta y cinco, complexión atlética, cabellos negros y rizados, ojos grandes y negros y tez nívea. En un primer momento creí que era uno de ellos, uno inmortal como Chris y su familia, pero entonces me percaté que su piel transpiraba y unas gotas de sudor bañaban su frente. Iba vestido de negro, de los pies a la cabeza, y llevaba puesta dos cosas que me ayudaron a identificarle enseguida. Una larga gabardina de piel, negra, por supuesto, y un brazalete de cuero con la insignia de los cazadores incrustada.
-¿Quién eres?
-Él que os va a matar a todos.- Dijo con extremada prepotencia.
-No tienes ni idea de quién soy.
-Sí lo sé. Eres Kara, la cazadora que crearon para acabar con él.- Dijo señalando hacía otro árbol, donde Chris estaba atado y malherido.- Es una lástima que no hicieras tu trabajo. Ahora tendré que acabar con todos.
-CHRIS.- Grité con fuerza. Estaba inconsciente. Abrió los ojos y me miró, con esa devota mirada suya, acariciándome el alma, robándome el corazón, llevándose mi vida.
-Sálvate, mi amor. Siempre estaré junto a ti. Te amo.- Me dijo. Y aquel cazador le clavó un cuchillo en su marmóreo pecho, segando su inmortal vida.
-¡NO!- Grité, despertándome y saliendo de mi pesadilla. Estaba empapada de sudor, mojada de los pies a la cabeza, temblando y respirando entrecortadamente. Toda la cama estaba revuelta, ya que me había agitado mucho. Aquel maldito sueño había sido muy real, todavía sentía el olor a sangre incrustado en mis fosas nasales. Miré el despertador que había sobre la mesilla y vi que tan sólo eran las dos y media de la madrugada.
De pronto, mi ventana se abrió y, como una exhalación, Chris entró y vino a mi lado, dando un salto desde el alféizar y aterrizando limpiamente, sin hacer el menor ruido, a los pies de mi cama. En su rostro se dibujaba la preocupación.
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