FAMILIA
Victoria no había llegado a casa, todavía, y Chris se ofreció caballerosamente a prepararme la cena, en cuanto vio que yo simplemente iba a comerme una mísera ensalada.
-No sé qué voy a hacer con tu manía de dejar de comer, Kara. –Dijo mientras me preparaba un revuelto y una ensalada. Yo permanecía sentada en la silla de la cocina, maravillada ante aquel inmortal hombre preocupado por mi alimentación, cuando lo más peligroso que existía en el mundo para mí era permanecer cerca de él.
-¿Eres consciente de que esto es, cuanto menos, cómico? –Repuse repantigándome en la silla.
-¿Por qué? –Dijo mientras me miraba por encima del hombro.
-Bueno, porque tú, alguien que no come, y que lo que más le apetece comer es a mí, me estás preparando la cena. –Y me levanté y le rodeé por la cintura, besando su escultural espalda. –Me encanta que te preocupes por mí. –Y recosté mi mejilla sobre su fría espalda.
-Siempre lo he hecho, incluso estando lejos de ti. –Su nervuda mano acarició mis antebrazos. Se dio la vuelta y me rodeó con sus brazos de hielo. Besó mi frente, mientas me sostenía en el aire y me llevaba de vuelta a la silla. –Su cena está servida, señorita. –A una inhumana velocidad me había dejado sobre la silla y había cogido mi plato y me lo había puesto delante de mí. Se sentó en la silla que había frente a mí, y se limitó a observarme, mientras me comía aquel delicioso revuelto.
(...)
Victoria se sorprendió al verme en casa. Supongo que pensó que estaría con Chris, sin sospechar que él estaba tirado en mi cama.
(...) -Siempre supe que lo que te sucedía no era debido a la marcha de tu padre. Por muy unida que estuvieras a él y por mucho que tu madre insistiera, una no deja de vivir por un padre. Yo misma había perdido a mis padres hacía un año y, aunque al principio duele, no era posible que te causara tanto dolor. Y lo peor no era que estuvieras sufriendo. Lo peor era verte muerta en vida. Fuera lo que fuera que te había ocurrido, estaba claro cuáles habían sido sus consecuencias. Te habían arrancado el corazón y arrebatado la vida. –Comencé a lamentarme de mantener aquella conversación con ella. Chris la estaría escuchando, perfectamente, desde mi cama; sin necesidad alguna de meterse en la cabeza de Victoria ni en la mía. Su extraordinario sentido del oído le permitiría no perderse ni una sola de las palabras de mi amiga. –Y aun así, a pesar de no ser más que una muerta viviente, seguías haciendo lo que se suponía que tenías que hacer. Te levantabas, ibas a la facultad, estudiabas, volvías a casa, ibas al gimnasio, cumplías con tus tareas, comías, bueno, mejor dicho, mal comías,… era como si le hubieras jurado a alguien mantenerte con vida, aunque lo que realmente te apetecía era morir.
"El día que te conocí, fue de pura casualidad. Yo había tenido un problema con la matrícula de una asignatura y fui a Secretaría a solucionarlo. Tú salías de allí y te tropezaste conmigo. Tus libros y los míos fueron a parar al suelo. Musitaste un simple y vació lo siento, recogiste lo que era tuyo y te fuiste. Durante la milésima de segundo en la que vi tus ojos, supe que necesitabas una amiga y que yo tenía que ser esa amiga. Era un sentimiento estúpido, ¿por qué me tenía que preocupar de una completa desconocida, que además parecía drogada o loca? Pero sentí que debía hacerlo, que era una imperiosa necesidad lo que sentía. Mantenerme cerca de ti a cualquier costa." –Sonreí, era lo mismo que yo sentía por ella.
"No permanecías en una habitación donde hubiera música, jamás veías la televisión, eras incapaz de leer otra cosa que no fuera ese libro, nunca vestías de otro color que no fuera el negro, en la vida aceptase venir a cenar o a comer fuera de casa si no era con tu madre, y más por complacerla a ella que por propio deseo, y el día de tu cumpleaños te apagabas aun más. Ese día dejabas de existir. Sin embargo, cuando estábamos a solas sonreías, y no era una sonrisa forzada, era auténtica, tímida, pero real. Tus ojos no brillaron jamás, pero cuando me mirabas, sentía que me veías, porque te puedo asegurar que millones de veces no has sido capaz de ver quién estaba a tu lado."
"En tu mundo de sombras y dolor, me habías hecho un hueco, chiquitito, pero un espacio que compartir contigo. Y un buen día supe porque seríamos siempre amigas. Ese día, tú me salvaste."
"Por regla general, cuando yo traía a alguien a casa, tú desaparecías. Y ese día no fue la excepción, sólo que en vez de irte de casa, te encerraste en tu dormitorio. Yo había traído a Juan, un chico que había conocido hacía un mes. Mi invitación había sido para conocernos un poco más, pero él lo mal interpretó. Y cuando le dije que se había equivocado, trató de abusar de mí. Recuerdo sus palabras perfectamente. Grita lo que quieras. La catatónica de tu amiga ni siquiera te va a oír. Y de pronto apareciste tú, como salida de la nada, sin hacer el más mínimo ruido, como si fueras una especie de ángel de la destrucción, un bello y terrorífico fantasma. Te juro Kara que me asustaste, mucho."
"Tienes razón, -le dijiste, -a ella no la voy a oír, porque ya te he escuchado a ti lo suficiente. Suéltala. –Le dijiste, pero no era tu voz, era como un sonido de ultratumba, como el rugido de una fiera encerrada durante muchos años. Y tus ojos,… ¡Dios!, eso sí que daba miedo. Había fuego en ellos, ira, cólera, furia y odio. Ese tipo me soltó, y fue hacía ti, amenazando con que tú ocuparías mi lugar en su cama aquella noche. Incluso soltó no sé qué tontería de que por primera vez se lo iba a montar con una virgen. Yo estaba paralizada, sin poder reaccionar, por culpa del miedo. Y cuando se plantó delante de ti, le agarraste del cuello y le levantaste un palmo del suelo. ¡Y que conste que te sacaba la cabeza! Volví a mirar a tus ojos y vi que eran negros, como la más oscura noche. Habían cambiado de color y sé que eso es imposible. Lo soltaste cuando estaba a punto de morir asfixiado por ti."
"Si te vuelvo a ver ceca de ella, te mato." Y no le amenazaste, simplemente era la verdad, la constatación de un hecho. Si se acercaba a mí, acabaría muerto entre tus manos. Salió por piernas y tú volviste a tu estado catatónico. Me abrazaste y estuviste secando mis lágrimas, hasta que ya no me quedaron. Ese día supe que no tenía una amiga, tenía una hermana."
"Puede que no supiera que era lo que te había pasado, que jamás me enterara, pero fuera lo que fuera, lo dejabas a un lado para estar conmigo. No prestabas demasiada atención a mis conversaciones, pero sí me la prestabas a mí. Veía que eras capaz de percibir mis estados de ánimo, mis cambios de humor y a pesar de seguir sumergida en tu mundo de dolor y sombras, siempre te preocupabas por mí. La vida me había quitado a mis padres, pero me había dado una nueva familia, a ti, a mi hermana."
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