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viernes, 4 de noviembre de 2011

Almas Gemelas (Capítulo III)


RABIA
  Hubiera preferido permanecer más tiempo con mis hijos, disfrutando de su dulce y agradable olor a bebé, escuchando sus suaves respiraciones y los rápidos latidos de sus corazones. Pero no pude. Los gritos provenientes del salón me obligaron a bajar.
― ¿Tan difícil es para ti hacer caso?― Lucian seguía estando muy enfadado y descargaba su cabreo en Victoria.
― ¿Y a ti entender que Kara es mi hermana y que jamás me hará nada?
― ¡Joder Victoria! Se acaba de despertar. Puede ser peligroso. Y ya has cometido suficientes estupideces en una noche, ¿no te parece?
―O sea, que ir a salvar tu culo inmortal es una estupidez, ¿no? Que te zurzan Lucian.
―Escúchame bien, te dije que para mí eres lo más importante. ¿Qué hubiera pasado si te hubieran herido?
―Definitivamente eres imbécil. ¿Y qué hubiera pasado si te hieren o capturan? Había dos francotiradores apuntándoos con armas y balas especiales, y yo no me puedo comunicar contigo como Kara lo hace con Chris. Y encima no llevabas un puto móvil al que pudiera llamarte o enviarte un mensaje. Y si te crees que mientras tú pones tu bonito trasero en peligro yo me voy a quedar quietecita es que no me conoces una mierda. ¿Te has enterado?
La pelea subía de tono por momentos, y lo que más me indignaba era que Lucian no se había dado cuenta que Victoria simplemente había actuado como una mujer enamorada.
―Además, a ver si te enteras de una vez, idiota, no soy tan frágil ni tan indefensa como tú te crees.
― ¡Eres humana! ¡Eres frágil e indefensa!
― ¡Los cojones!― ¡Toma ya! Victoria estaba que echaba humo por las orejas. Ni siquiera se habían dado cuenta que Chris y yo estábamos a los pies de la escalera. ―He matado Lucian, ¿me oyes?, he matado a cazadores por protegerte―. Victoria se dio la vuelta y vi que estaba roja como un tomate. La rabia se la comía por dentro. Y su rabia me invadió. Me vio, me dedicó una sonrisa cómplice y se dispuso a subir a su dormitorio. Pero Lucian no la dejó.
― ¿Dónde te crees que vas?
Victoria se giró y con toda su rabia, le dio un empujón a Lucian. Éste apenas se movió un milímetro de su sitio, pero ella descargó toda su furia en ese acto.
―Lo más lejos de ti que pueda―. Y el rostro de Lucian se desencajó. Aquello le había dolido más que el tiro que le había pegado en el campo de batalla. Y esta vez no hizo nada por impedir que Victoria se fuera.
―Ahora subiré a verte―. Le susurré  a Vic cuando pasó por mi lado. Simplemente me asintió con la cabeza y subió los escalones de tres en tres. Realmente Victoria estaba muy, pero que muy rabiosa.


Me acerqué a Lucian, teniendo que soltar mi mano de la de Chris. Las emociones seguían siendo muy fuertes en mí. Quería estar a solas con mi marido, disfrutar de él, porque la lujuria y el deseo crecían a cada segundo en mi interior, pero tenía asuntos que resolver, antes de poder entregarme por completo a él.
―Lucian―. Se giró y me observó de los pies a la cabeza, escudriñando con interés mi nuevo yo. ―Tenemos que hablar.
― ¿Qué quieres Kara?― Me esperaba esa respuesta por su parte, seca y cortante, así que no le di importancia y seguí con lo que tenía que decirle.
―Se trata de Victoria―. Suspiró, dejándome claro que no le apetecía hablar de eso, pero le ignoré.― ¿No te das cuenta, Lucian?
― ¿De qué me tengo que dar cuenta?
― ¡Joder Lucian! Pareces ciego. Ha actuado así porque te ama. Si estás en peligro, ella hará lo posible por defenderte y protegerte. Hará por ti lo mismo que yo haré por Chris. Eres su pareja Lucian, y ni siquiera te has dado cuenta.
―Sí que me he dado cuenta Kara. ¿Por qué te crees que estoy así? ¿Crees que podría vivir si a ella le pasa algo por venir a defenderme o a protegerme? Es humana Kara, joder.
―Creo que deberías ver algo―. Y le agarré las manos. Lucian tenía el don de poder ver la mente de los demás si tenía contacto físico con esa persona, y yo proyecté en mi mente toda la expedición que habíamos emprendido Victoria y yo para salvarlos a él y a Chris. Desde el ir a buscar su pistola, el salto que dio por la ventana, como paró el coche que robamos, como se enfrentó a los cazadores, como mató sin importarle nada más que llegar a tiempo para salvarlo. Todo. Y con las expresiones cambiantes de su rostro vi que aquello le sobrepasaba. No se había dado cuenta de cuán grande era el amor que Victoria sentía por él.
― ¿Lo entiendes ahora? Hará lo que haga falta por protegerte, Lucian. Te ama demasiado como para permanecer quieta si sabe que estás en peligro. Y deberías estar agradecido por ello. Lo único que demuestra con esos actos es que su vida no tiene sentido sin ti.
―Fue una estupidez, Kara, y lo sabes.
― ¡Claro! Se me olvidaba que eres Don Perfecto y que jamás has cometido tonterías―. Lo solté sin darme cuenta. Mi mente iba tan deprisa que decía las cosas incluso antes de pensarlas.― Mira, tú verás cómo lo solucionas, pero como suba a ese dormitorio y me la encuentre llorando, vas a tener serios problemas conmigo. Y te recuerdo que ya no soy una mestiza.
Me fulminó con la mirada y salió de casa dando un tremendo portazo. Pensé que echaría a correr pero algo lo frenó. Alice había llegado. Y también estaba que echaba chispas por la boca. ¡Menudo despertar estaba teniendo!
― ¡Eh! Tú. ¿Está Chris dentro?
― ¿No te han enseñado modales, Alice? Se saluda primero.
―No me jodas Lucian. ¿Está tu hermano dentro, sí o no?
―Sí―. Y oí como sus pies dejaban de tocar el suelo. Definitivamente se había marchado. Y ni siquiera sabía si volvería. Y para complicar un poco más las cosas, Alice buscaba a mi marido. ¡Genial!
La puerta se abrió de golpe, y una furiosa y encolerizada Alice hizo acto de presencia. Keinan apareció en el salón, y tras él, Drake, callado y expectante como siempre.
Alice fulminó con la mirada a Chris. Sus ojos centelleaban rabiosos y estaban inyectados en sangre. Jamás en mi vida la había visto así. Miré a Drake, puesto que su don consistía en sentir las emociones de los demás como si fueran suyas, y con la mirada le pregunté si íbamos a tener problemas. Me lo confirmó con un leve movimiento afirmativo de su cabeza. Resoplé. Si se suponía que me debía de sentir hambrienta o algo por el estilo, ni siquiera me habían dado tiempo a que lo sintiera.
―Voy a matarte, Chris―. Amenazó como una fiera. Su voz sonó ronca, desafiante, peligrosa. No tenía claro si la Alice que estaba frente a mí era la cazadora o la guardiana. Me coloqué frente a Chris, protegiéndole como siempre. Él hizo el ademán de ponerme tras de él, pero me negué en rotundo. Yo conocía  a Alice, era mi amiga, y sabía que yo la podía hacer entrar en razón. Siempre y cuando no perdiera los nervios y me dejara llevar por la furia que sentía en mi interior. Una ira que crecía por momentos y me hacía arder.
―Alice―. Dije con el tono más suave de voz que pude. Aún así, pareció la voz de un camionero con resaca. En el reflejo de la ventana me di cuenta que mis ojos se habían tornado rojos como las llamas del averno. Mal asunto.― ¿Qué ocurre? ¿Por qué amenazas a Chris?
― ¿Qué por qué le amenazo? No es una advertencia Kara, es una realidad. Tu marido me las va a pagar.
―No le tocarás mientras yo esté aquí Alice. Así que o te calmas, o salimos fuera y solucionamos esta a la vieja usanza. Cazadora contra inmortal. Tú verás.
―Cariño…
― ¡Cállate Chris!― Se me había vuelto a escapar. Otra vez mi lengua había sido más rápida que mi mente.― Bien Alice. ¿Me vas a decir por qué quieres atacar a mi marido?
―Jordan. Mi hermano está en un hospital con una conmoción cerebral y un derrame, el brazo partido y el fémur destrozado. Y la culpa es de él―. Y señaló a Chris que permanecía quieto y callado como una bella estatua helena.
―Se lo buscó él, Alice. He estado a punto de perder a mis hijos y de morir por culpa de Jordan. Y si no recuerdo mal, amenazaste a Chris con que si ganabas dos sobrinos y me perdías a mí, tendría problemas. Lo que no sopesaste es la posibilidad de que tu hermanito del alma, me hiriera.
― ¿Por qué hablas así de Jordan?― Su tono de voz seguía siendo amenazante, pero en sus ojos la ira iba dejando paso al desconcierto.
―Te voy a dejar las cosas muy claras Alice. Agradece a Chris que Jordan está en un hospital, porque de lo contrario, ibas a tener que matarme a mí para que no fuera a por la basura en la que se ha convertido tu hermano.
―No te consiento que hables así de él.
― ¡Ni yo que le defiendas a capa y espada sin tener ni pajolera idea de lo que hace! ¿Crees que Jordan confía en ti? ¿Qué te sigue viendo como una hermana? ¿Qué te quiere? Despierta Alice.
― ¿Qué… has… querido… decir?― Las palabras se le atragantaban. No quedaba rastro de la ira en sus ojos. Ahora había miedo.
― Te lo enseñaré―. Y me acerqué a ella. Supongo que debía seguir con los colmillos fuera, porque la primera reacción de Alice, fue dar dos pasos atrás.
―No voy a permitir que me vuelvas a morder, Kara.
―No lo voy a hacer Alice. No lo necesito. Proyectaré en tu mente lo que tu hermano hace y siente. A ver si te gusta y si sigues pensando que él es un angelito.
―Estás un poco sarcástica.
―Lo que estoy es hasta las narices Alice. Voy a tomar cartas en el asunto, y cuando te termine de enseñar lo que te tengo que mostrar, tendrás que decidir de qué parte te pones. O conmigo o contra mí, Alice. Esta vez no hay término medio―. Y sin darle tiempo a protestar o a rebatir mi punto de vista, la agarré por las muñecas y se lo enseñé todo.
Sabía que Chris también lo iba a ver, porque le sentí en mi mente. Pero no me importó. Él también tenía que saber a que nos enfrentábamos.
Jordan, el hermano de Alice, se había convertido en un ser sin corazón, en un hombre sin escrúpulos, en alguien tan despreciable como Jake. Su misión en el grupo de los cazadores de Jake consistía en adiestrar a niños, a los hijos de sus compañeros, de la forma más cruel que existía. Con apenas tres años los separaban de sus padres durante unos tres años, y los convertían en perfectas máquinas de matar. Tres años de golpes, de no dormir, de peleas, de robarles la inocencia, de matarse entre ellos si era necesario, y todo a las espaldas de Alice.
No debes confiar en tu hermana, Jordan. Desde que Kara la salvó, hay algo diferente en ella.
Lo sé Jake. No me gusta. No me fio de ella. Pero hay que mantenerla en su puesto. Si no, sospecharía de nosotros y eso no es bueno. Hay que hacerle creer que confiamos en ella. Aún cuando no sea así.
Soy consciente de ellos, Jordan. Tu hermana ha cambiado. Y es mejor tenerla donde la tenemos para poder vigilarla, que darle la espalda y que se una a Kara o a Alexander. Si ella descubre que los guardianes existen y que nos estamos saltando el pacto, no sé qué pasaría.
Yo sí, Jake. Se uniría a Alexander o a Kara. Me da asco. Cada día me da más asco. Y si descubriera lo que hemos hecho, al nuevo mestizo, estaríamos en serios problemas. Es mejor tenerla donde la tenemos, aunque a veces me dan ganas de decirle a los chicos que se den un festín con ella.
¿Me estás insinuando que dejaría que los demás se tiraran a tu hermana?
Que te quede clara una cosa Jake, Alice dejó de ser mi hermana hace mucho tiempo. Y sí, los dejaría. Puede que hasta participara en el festín. Estoy cansado de tanta adolescente con la que me acuesto. Las vírgenes tienen su encanto, hasta que dejan de serlo.- Los dos rieron maléficamente. En la mente de Jordan se formó mi imagen, desnuda y atada en una cama mientras él me follaba.
Solté a Alice. Con aquello ya había tenido más que suficiente. En cuanto la solté, sus rodillas se volvieron de mantequilla, su rostro palideció, y por suerte Drake tuvo los reflejos suficientes para cogerla a tiempo de que no cayera de culo al suelo. Su mirada estaba perdida. Alice parecía haber entrado en estado de shock.
―Voy a matar a Jordan―. Gruñó Chris por lo bajo. Me giré y vi que tenía los ojos rojos, las uñas fuera y los colmillos asomando tras sus carnosos labios. Su sempiterno pecho rugía con más furia que nunca.
―No te preocupes, Chris. Lo cazaremos. Esto no se va a quedar así―. Le dije mientras ponía una mano sobre su hombro. El calor se volvió a encender en mi interior. Y a ese fuego, se unió la furia y la ira al recordar lo que Jordan había pensado al verme embarazada.
―Alice, Alice, ¿estás bien?― Drake seguía sosteniendo a mi amiga entre sus brazos, mientras ella intentaba controlar su respiración y enfocar sus ojos. Fijó su mirada en la de Drake, que le acarició una mejilla y la abrazó.
―Tranquila Alice. No sé qué te ha enseñado Kara, pero sabes que todos te consideramos parte de la familia y que si necesitas protección, te la brindaremos encantados.
―Suéltame Drake―. Espetó bruscamente.― Por favor―. Añadió cuando se dio cuenta de la forma en la que le había hablado a mi cuñado. Drake obedeció y liberó a Alice. Se puso en pie se dirigió a la pared y estampó su puño con toda su rabia al tiempo que lanzaba un alarido. Hizo un pequeño boquete en la pared. Desde luego, Alice estaba furiosa. Y nos lo confirmó a todos cuando se dio la vuelta y le pudimos ver de nuevo los ojos. Estaban tan inyectados de sangre, que temimos que en cualquier momento le estallaran.
―Cabrones, hijos de puta, desgraciados, escorias―. Alice siguió soltando tacos por la boca mientras daba vueltas como una leona enjaulada. Arremetió contra todo lo que había en la mesa en un ataque de ira, y lo estampó contra la pared. Apretó tanto un vaso entre su mano derecha, que hizo que le estallara en la palma y se clavara los cristales. La sangre comenzó a resbalar y a caer sobre el parqué. La garganta comenzó a arderme. En ese momento me di cuenta de la luz de Alice. Blanca y brillante, tentadora. Imagino que Chris debió ver algo en mi rostro que no le gustó. De pronto, me rodeó con sus brazos de hielo, enterró mi rostro en su pecho de mármol, y comenzó a ronronear para mí.
―Drake, saca a Alice de aquí. Cúrale la herida de la mano y haz que se calme.
― ¡No quiero que me curen nada ni calmarme!― Bramó Alice fuera de sí.
― ¡Alice!― Le gritó Chris mientras me seguía espachurrando contra él. El aroma de su piel, su olor, esa esencia a sándalo y cítricos, hizo que mi mente comenzara a divagar. Luché con él para mover mis brazos y poder arrancarle la ropa.― ¡Sal de aquí de una vez! Kara se está descontrolando. Acaba de despertar y no le habéis dado tiempo a nada. Ni a alimentarse, ni a acostumbrarse a nada. Keinan, mete a Victoria y a Trizia en el dormitorio de papá, junto a Morraine y los niños. Os plantáis en la puerta y no os movéis de ahí hasta nueva orden. Drake, llévate a Alice de una vez. No sé lo que la podré retener. Tiene más fuerza que antes.
Fue entonces cuando me di cuenta que los músculos de sus brazos se habían marcado más de lo habitual, que sus pectorales estaban más duros, y que si hubiera podido sudar, lo hubiera hecho en ese momento a causa del esfuerzo que estaba realizando por contenerme entre sus brazos. Me di cuenta que yo no estaba utilizando toda mi fuerza, y decidí ver cuán fuerte era. Chris salió disparado por los aires, y salió volando por la puerta que Alice había dejado abierta. Aterrizó sobre sus posaderas en mitad del porche. Sopesé durante unas milésimas de segundos los dos tipos de hambre que sentía en ese momento. Hambre de Alice o de Chris. Y decidí que iba a por Chris cuando hundió sus colmillos en su muñeca derecha. El olor a su sangre me descontroló definitivamente. Rugí y me lancé a por él.
Aterrizamos en el jardín que había frente a casa. Chris me había atrapado al vuelo, mientras yo le arrancaba la camiseta de un zarpazo. El efluvio de su sangre se me metió en las fosas nasales e hizo que le deseara más. Desear su cuerpo, su sangre, su alma. Todo. Busqué su muñeca abierta y hundí mis labios en ella. Su sangre, fría y deliciosa, comenzó a bajar por mi garganta, al tiempo que él gemía de placer. Sentí como el calor se instalaba entre mis piernas y como empezaba a sentirme mojada. Estaba totalmente descontrolada.
Chris me agarró por el pelo e hizo que retirara mis labios de su muñeca. Las imágenes de su vida, comenzaron a agolparse en mi mente, como fotogramas de una película. En todas aparecía yo. Dejé de respirar. Vi como la muñeca de Chris se cerraba y dejaba de sangrar. Lamí los restos de sangre que había en su antebrazo. Fue un lametón sensual y ardiente. Igual de ardiente que mi sexo en aquellos momentos.
El fuego en mi interior creció, al ver su espectacular torso desnudo. Mis manos comenzaron a acariciarlo con avaricia. Su expresión cambió, pasando del miedo porque yo cometiera una locura y atacara a Alice, al deseo, y luego a la preocupación.
―Bésame―. Le ordené sin dejar de mirarle a los ojos, a aquellos lapislázuli ojos que me hipnotizaban.
―No―. Respondió. Me agarró por las muñecas, puso mis manos en mi espalda y me sostuvo la mirada. Una mirada de preocupación.
―Que me beses―. Le volví a ordenar. Mi voz se había alzado un par de octavas.
―No hasta que te calmes, Kara. Estás descontrolada.
―Quiero hacerlo. Ahora―. Exigí mientras sentía como el flujo mojaba mi ropa interior.
―Así no―. Masculló él. 
― ¿Por qué?― Refunfuñé. Me di cuenta que mi voz volvía a tener su tono normal. La preocupación era más que patente en el rostro de Chris. Y eso me iba clamando.
―Porque estás descontrolada, mi vida. Sé que no te hemos dado tiempo a nada. Desde que te has despertado no has tenido un momento para detenerte a pensar en lo que te has convertido. Y si no aprendes a canalizar tus sentimientos y emociones, Kara, te convertirás en un monstruo. Y no quiero que eso pase―. La culpa se había vuelto a instalar en su hermoso rostro.
Aspiré una fuerte bocanada de aire, y traté de templar mis nervios y mis hormonas. El calor de mi entrepierna se calmó.
― ¿Por qué me has dado tu sangre?
―O la mía, o la de Alice. No me he equivocado al pensar que, a pesar de todo, yo seguiré siendo tu prioridad―. Una mueca gamberra cruzó su bella faz.
―No quería sólo tu sangre―. Dije pegándome más a su cuerpo. Mis pezones, que todavía seguían erectos, se clavaron en su pecho.
―Lo sé, mi amor, pero tendremos tiempo. Toda la eternidad―. Me susurró al oído con una voz tan melosa que creí que me volvería a tirar a por él.― Ahora, hay cosas que solucionar―. Dijo mirando al interior de la casa. En ese momento aparecieron Osiris, Neftis, Said y Obsidiana. Si me hubiera podido sonrojar lo hubiera hecho al instante. Obsidiana me miraba con picardía, al comprobar lo que yo había estado a punto de hacer.
― ¿Todo bien?― Preguntó Osiris.
―Más o menos―. Le respondió Chris mientras yo enterraba el rostro de nuevo en su desnudo pecho. Me moría de la vergüenza y, a pesar de saber que no me podía sonrojar, tenía la sensación de que mis mejillas ardían.― Hay algo que debéis saber, abuelo―. Dijo Chris.― Será mejor que entremos―. Me volvió a susurrar al oído. Me estremecí de placer.
Deja de hablarme en ese tono Chris. No me lo pones fácil.
Te aguantas. En el fondo estoy disfrutando de esto. Me encanta ver cómo te descontrolas. No quiero ni pensar de lo que vas a ser capaz.
¿Me estás chinchando?
No. Sólo te estoy dando a probar un poco de tu propia medicina.
Y supe que se refería a cuando, mientras yo era humana, le había tentado miles de veces para que me tomara o me matara.
¿Por qué?
Porque debes aprender a canalizar toda tu energía, Kara. Incluso esa.
Suspiré. ¡Menuda gracia me hacía tener que controlar mi deseo por él! Pero al instante después pensé, que si haber hecho el amor con él siendo una humana había sido muy bueno, cuando lo hiciéramos ahora, en igualdad de condiciones, iba a ser espectacular. Volví a tomar aire para calmarme. Se iba a enterar de lo capaz que era de canalizar esa energía.
Cuando entramos en casa, Alice estaba en el salón. Se había calmado y su luz ya no brillaba. Apenas era un aura que la envolvía, débil y para nada, apetecible. Drake le había curado la mano, y la llevaba vendada. Me miró a los ojos.
―Lo siento, Alice.
―No te disculpes. Me has hecho ver que mi hermano es un monstruo―. Dijo, más calmada.
―No quería mostrártelo así, Alice.
―Es mejor que lo hayas hecho así, Kara. Prefiero ver su crueldad a seguir pensando que él y yo podemos ser hermanos y que, tal vez, algún día, pudiera ser un guardián. Ahora sé que hace años que le perdí―. Una pequeña lágrima quiso escapar de los ojos de Alice, pero ella la contuvo.― Quiero pedirte disculpas, Chris. Y agradecerte que protegieras a Kara de mi hermano.
―No me las des, Alice. Ya sabes que para mí, ella es lo más importante. Ella y mis hijos.
―Cierto, mis sobrinos. ¿Puedo conocerlos?
―Sí. Pero Alice, después habrá que borrarte la mente―. Dije totalmente convencida.
― ¿Por qué?― Ella estaba confundida.
―Ya has visto que ni Jake ni Jordan se fían de ti. Bien, el plan es el siguiente. Jordan me ha visto embarazada, y Jake también. Gracias a uno de los cazadores al que dejé seco, sé dónde está el cuartel general de Jake. Voy a ir a hacerle una visita, y no va a ser de cortesía. Le voy a hacer creer que he perdido a mis hijos, y que ahora tiene un serio y grave problema. A mí, encolerizada. Lo cual es cierto, todo sea dicho de paso.
―Kara, eso es una locura―. Me dijo mi marido.
―Puede, pero ni tú ni nadie me va a hacer cambiar de opinión. Y en cuanto a Alice, hay que borrarle el recuerdo de que nos ha estado ayudando. Puede que sea conveniente que le borremos hasta el recuerdo de que es una guardiana.
―Eso no―. Masculló ella ofendida.
―Estoy tratando de protegerte, Alice―. Le reprendí. Las dos nos estábamos enfureciendo de nuevo. Su luz brilló tenuemente.
―Lo sé. Acepto que me borréis el recuerdo de haber conocido a mis sobrinos. Pero del resto, ni hablar. Necesito recordarlo todo para saber a qué me enfrento. Ahora sé que Jake y Jordan no me consideran más que un títere en sus manos, y eso, Kara, no lo debo olvidar. Ni debo, ni puedo.
―Alice, es peligroso. Si ese mestizo llegara a beber de ti…― Drake parecía dispuesto a convencerla. Lo que mi cuñado no sabía era que, una vez Alice tomaba una decisión, no había vuelta atrás. Para que luego dijeran que la cabezota era yo.
―Sin peros, Drake. Quiero conocer a mis sobrinos, y luego quiero que me borres la memoria, pero sólo lo referente a los niños. El resto, lo debo recordar para saber a qué me enfrento y poder ayudaros. Y en eso no voy a transigir.
Drake evaluó el rostro de Alice, un bonito rostro cargado de determinación y valentía. Ella clavó sus ojos en él, y esperó que le respondiera.
―Como quieras. ¿Por qué yo?
―Porque me fío de ti, sólo de ti―. Respondió sin dejar de mirarlo.― Los demás, estoy seguros que le harían caso a Kara y me borrarían todos los recuerdos. Sé que tú no lo harás―. Drake se limitó a asentir.
Chris llamó a Keinan, y éste y los demás, bajaron al salón. Mamá llevaba a Jade en brazos, y Trizia a Aquiles. Se les veía tan pequeños e indefensos. Y recordé lo que Jordan les hacía a los hijos de los cazadores. Mi pecho rugió de nuevo. Chris puso su mano sobre mi hombro.
Tranquila cielo. Debes controlarte.
Obedecí. Aspiré una fuerte bocanada de aire y templé mi mal genio, que parecía crecer por momentos. Me acerqué a mis hijos y aspiré el efluvio de ellos. Su aroma me calmaba. Olían a Chris, con leves notas de fresas y jazmín de fondo. Notas de mi efluvio. Me aportaban tanta paz, que mis nervios, mi furia y mi ira, se calmaron de repente. En eso apareció Neftis, que traía una copa en la mano. Supe por el olor que era sangre. Me la acercó.
―Deberías beber un poco―. Me dijo tan tranquila.
― ¿Es… humana?― Pregunté. Tenía muy claro que no pensaba beber sangre de nadie que no fuera un cazador a las órdenes de Jake.
     ―No―. Dijo ella con una enorme sonrisa en los labios.― Es de vaca―. Y en tres gráciles pasos se plantó al lado de Osiris, que le rodeó la cintura con un brazo, mientras ella recostaba su cabeza en su hombro.
Me bebí la sangre de un trago. No tenía especial sabor a nada, aunque claro, después de haber bebido de Chris, todas me iban a parecer insípidas. La suya era exquisita. Limón, sándalo, cardamomo. Empecé a salivar sin darme cuenta.
Kara… Refunfuñó Chris en mi mente. Me tragué mis propias babas, dejé la copa sobre la mesa y cogí a Jade en brazos. Mi fuerza se había incrementado tanto que apenas noté el peso de su cuerpecito entre mis brazos. Una vez la hube acomodado, Trizia me puso a Aquiles en el otro brazo. Agaché ligeramente mi cabeza y aspiré una fuerte bocanada de aire. Sus efluvios me calmaron por completo. Mi bebés adorados, pensé. Y vi como en el hermoso rostro de mi marido se dibujaba la más bella de las sonrisas. Una cargada de amor, de aprobación y de orgullo. Estaba orgulloso de sus hijos y de mí. Se la devolví.
Alice reclamó mi atención, diciéndome si podía cargar a mis hijos en sus brazos. Por supuesto, se los dejé. Mientras Alice tenía a mis hijos en brazos, Lucian volvió a entrar en casa. Llevaba el pelo alborotado y los zapatos llenos de tierra. Se había echado una buena carrera para poder quitarse todo el cabreo de encima. Miró a Victoria, que lo fusiló con la mirada, antes de girar la cara y pasar de él. Lucian gruñó, Victoria se giró y lo asesinó de nuevo con la mirada. Esta vez, él se la devolvió. Y ella lo mandó a paseo levantando el dedo corazón. Iba a echarles la bronca a los dos por comportarse como dos niños estúpidos, pero Osiris reclamó mi atención.
―Bien Kara, ¿qué has averiguado?
―Demasiadas cosas, Osiris. Y ninguna es buena―. Cogí aire y empecé a relatar todo lo que había descubierto de Jake, de Jordan y de lo que hacían. Los rostros de mamá y Trizia iban cambiando a medida que yo narraba lo que sabía. Asco, odio, desesperación, desconcierto, dolor, ira, frustración, y un sinfín más de reacciones. Alice me escuchaba mientras observaba a mis hijos. Lucian y Victoria seguían enfrascados en su particular guerra de miradas, y los demás inmortales escuchaban atentamente.
―Y eso es lo que hay. Jake tiene a un grupo de cazadores escondidos de todo el mundo, excepto de Jordan. Los veinte que estaban escondidos en la retaguardia no son más que la décima parte de ese grupo. Se lo ocultan a Alice, porque ni él ni Jordan se fían de ella. El mestizo existe. A pesar de que Jordan quiso confundirme y hacerme creer que él no sabía nada, durante una milésima de segundo, dejó fluir sus pensamientos y lo pude ver todo. Él es el encargado de adiestrar a los hijos de los cazadores, de la forma más cruel que existe. Además, se ha convertido en alguien sin corazón ni escrúpulos. Quiere el mando de los cazadores cuando Jake decida retirarse o muera. Y no sé cuál de los dos es peor.
―Esto lo complica todo―. Murmuró Said.
―Lo sé, hijo―. Le dijo Osiris.― Jake se está descontrolando. Hay que avisar a Alexander.
―Lo sé―. Dijo Alice que había permanecido callada hasta ese momento.― Yo misma iré a avisarlo.
―No―. Grité.― Tú no vas―. Alice me miró desconcertada.- No me fio de que Jake. Quiero que te quedes en el hospital, cuidando a Jordan, haciendo como que no sabes nada. Iré al cuartel general de Jake, le haré una visita, y de paso, me cobraré alguna cosa que otra―. Me di cuenta que mis ojos habían cambiado de color por la forma en la que me miraron todos.― Después iré a ver a Alexander. Le contaré lo que sé y firmaré el pacto de Maximiliano.
―Kara, no creo que lo de ir a hacerle una visita a Jake, sea buena idea―. Me dijo Lucian, sin dejar de mirar a Vic, que había decidido ignorarlo por completo y se había sentado al lado de Alice a contemplar a mis hijos.
―Por supuesto que no es buena idea. Es una excelente idea, Lucian. Tengo que proteger a mis hijos, y la mejor forma que hay es hacerle creer que han muerto a causa de Jordan. Primero, Jake verá a una inmortal encolerizada por haber perdido a sus hijos y por no tener la posibilidad de volver a tenerlos. Segundo, su cabreo con Jordan va a ser monumental, y hay que conseguir que entre ellos dos dejen de llevarse bien. Divide y venderás, Lucian, ¿lo recuerdas?
Lucian suspiró. Sabía que no me iba a hacer cambiar de idea.
―Y otra cosa, Lucian. Se supone que Chris y tú habéis hecho las paces, pero no estaría de más que corriera el rumor de que, como Chris me ha transformado, tú te has vuelto a cabrear y te has largado.
― ¿Y dónde quieres que vaya?― Me dijo sin dejar de mirar a Victoria, que pensó, por mí, al mismísimo infierno, capullo.
―Victoria, basta―. Le dije. Me fusiló con la mirada.― Sólo está preocupado por ti, ¿vale? No seas tan terca.
―No te metas en mi cabeza, Kara―. Me dijo muy cabreada.― Y no me hables de terquedad, ¿quieres? No eres la más indicada.
―Está bien, Kara. Haré correr el rumor de que me he ido. Tú, ven conmigo―. Dijo señalando a Victoria.
―Que te los has creído―. Le respondió ella ignorándolo.
―Victoria, o por las buenas o por las malas, pero te vienes conmigo.
―Que te zurzan, Lucian―. Dijo mirándolo a los ojos. Estaba muy cabreada. Iba a decir algo, pero Lucian se plantó frente a ella en dos pasos, la agarró y se la cargó al hombro como si fuera un saco de patatas y enfiló hacia la puerta.
―Suéltame gilipollas―. Victoria le propinaba una serie de puñetazos en la espalda a mi cuñado que él ni notaba. El pecho de Lucian gruñía al mismo volumen que los insultos de Victoria.― Imbécil, que me bajes. Yo contigo no voy a ninguna parte, capullo. Bájame ahora mismo o te arrepentirás―. Oí como seguía gritando Victoria mientras Lucian bajaba los escalones del porche.
―Como no dejes de gritar, te voy a amordazar Victoria.
―Atrévete y te pongo los huevos de corbata―. Desde luego, no se podía decir que Vic no hubiera sacado su carácter. Y menudo carácter.
― ¿Qué les pasa a esos dos?― Me preguntó Alice.
― ¿Tú qué crees?― Le respondí alzando una ceja. Alice me dio a entender que había pillado mi indirecta cuando puso los ojos como platos.
―Alice―. Drake nos interrumpió.― Es mejor que vayas pensando en irte. Si Jake asoma las narices por el hospital y no te ve, sospechará más de la cuenta.
―Tienes razón―. Le dio dos besos en la frente a mis hijos, y me los entregó.― Me parece una locura lo que quieres hacer, Kara. En el cuartel general hay muchos cazadores.
―No tantos. La mitad se han quedado en ese descampado.
―Aún así―. Dijo mientras se ponía al lado de Drake.― Entiendo perfectamente por qué lo quieres hacer. Yo haría lo mismo o algo peor en tu lugar. Cuida de ellos, ¿vale? Son preciosos y se merecen la mejor vida que puedan tener, no la que Jake o Jordan les quieran dar―. Creí ver una lágrima apuntando a sus ojos cuando mencionó a su hermano, pero no estuve segura.― Vamos Drake, tienes algo que borrarme de la memoria―. Y cual perrito faldero, mi cuñado la acompañó.
Yo me quedé embobada mirando a mis hijos. Con aquellos mofletes, aquellas manitas, tan pequeños, tan indefensos, tan míos y de Chris, que a pesar de la paz que me aportaban, de la calma que me transmitían, no pude evitar gruñir cuando recordé lo que Jake y Jordan querían hacerles. Aquiles abrió los ojos, trató de enfocar su mirada y yo le agarré la pequeña manita.
Mami. Resonó en mi mente. Por suerte tuve reflejos y no lo dejé caer al suelo, porque me dio un susto de muerte. Miré a Chris desconcertada, pero cuando vi como estaba conteniendo la carcajada, me dieron ganas de abofetearlo.
―Explícamelo―. Le ordené bruscamente.
―Helia tenía razón en la teoría de que nuestros hijos han adquirido parte de nuestros dones. El de Aquiles es una mezcla del mío y del de Lucian. Puede reflejar en la mente de una persona lo que quiera siempre que mantenga contacto físico. Por supuesto, lo que refleja ahora son cosas muy básicas, como si tiene hambre, si necesita que le cambien el pañal y cosas así.
― ¿Pero me ha llamado mami?
―A pesar de ser unos bebes, Kara, ellos te recuerdan. Han estado en tu vientre, recuerdan tu olor, tu voz, todo. Son tus hijos, Kara. Los bebés humanos reconocen a sus madres apenas nacen. Ellos también te reconocen a ti―. Miré a mi hijo con cara de lela, completamente embelesada por ese ser tan perfecto que habíamos creado Chris y yo.
― ¿Y Jade?
―Lo de Jade es un poco más complicado. Ella no necesita estar en contacto físico para decir lo que quiere. Además, sospechamos que puede saber lo que pasa o pasará a su alrededor. Como si fuera una vidente.
― ¿Cómo?― Grité exasperada. Aquello era increíble.
―Cuando Chris ha subido a decirnos que no estabas muerta―, dijo mi madre, ― yo ya lo sabía. Estaba en el dormitorio con los niños. Aquiles se había tomado su biberón y se había dormido. Jade se estaba terminando el suyo, y de pronto he escuchado en mi cabeza como decía; mamá está bien. Luego se ha dormido mientras se terminaba su biberón.
Los miré absolutamente fascinada. Mis hijos eran aún más maravillosos con esos dones, pero también más vulnerables. Si Jake o Jordan descubrían de lo que eran capaces, los iba a querer con más ansia. Les pasé mis hijos a mi madre y a Trizia, que adoraba tener a Aquiles en sus brazos. Me puse en pie y, sin mediar palabra, salí de la casa. Tenía algo de lo que ocuparme.  

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