Buscar este blog

Páginas vistas en total

viernes, 8 de julio de 2011

Almas Gemelas (Capítulo II)

Hoy os dejo de nuevo una exclusiva. El segundo capítulo del tercer libro de la Saga El Ángel, Almas Gemelas.
Os recuerdoque todo lo que os dejo es en rigurosa exclusiva, puesto que el libro no está terminado, pero vosotros, angelitos míos, os merecéis esto. Sin vosotros, sin vuestras palabras de ánimo en momentos difíciles, esto no hubiera seguido adelante.
Un beso, un abrazo y un mordisco!!!!

DESPERTAR
  Había muerto. Bueno, un médico hubiera diagnosticado mi muerte, puesto que mi corazón se había parado. Pero mi cuerpo experimentaba un montón de sensaciones a cual más extraña, lo que me indicaba que mi final no había llegado.
  Para empezar, sentía como si mis células, una a una, se congelaran. Estaba segura de que podía incluso oír el sonido que hacían al quedarse estancadas en el tiempo. Incluso sentí como mi temperatura corporal caía en picado.
  Mi piel, aparte de enfriarse como lo estaba haciendo el resto de mi cuerpo, se estaba tornando dura como el diamante, al igual que mis músculos y mis huesos.
  Mi olfato se agudizó, al igual que mi oído, mi tacto y mi gusto. Lo de la vista no lo sabría hasta que no abriera los ojos, pero por el momento no lo iba a hacer. Necesitaba acostumbrarme a todos y cada uno de mis mejorados sentidos.


Supe que, en algún instante anterior a que mi corazón se parara, Lucian y Drake habían abandonado el improvisado quirófano que teníamos en casa. No les olía, y el efluvio de ambos era algo muy conocido por mis fosas nasales. Sin embargo, allí seguían estando Helia y mi marido, que se impacientaba al ver que yo no realizaba movimiento ninguno.
  Juraría que tirité sobre la camilla, porque sentía como el frío se instalaba en cada rincón de mi anatomía. Pero si temblé, ni Chris ni Helia se dieron cuenta.
  -Papá, ¿qué está pasando? ¿Por qué se ha parado su corazón tan pronto? Me habías dicho que había que esperar un día y medio, y se ha parado en apenas dos horas.
  ¿Dos horas? ¿Tanto? Si a mí me ha parecido minutos, pensé. Empecé a sospechar que mi cabeza desvariaba, o que estaba tan agotada que ni siquiera era capaz de tener noción del tiempo.
  -Creo que algo ha salido mal.
  ¡¿Qué?! ¡Ay no, mierda! ¿La he palmado? Me cago en… Un momento, si he muerto, ¿por qué siento mi cuerpo? Noto cada célula de mi cuerpo, cada poro de mi piel.
  Las frías manos de Chris acunaron las mías, sacándome de mis pensamientos y sentí nuevamente, como su mundo se desmoronaba, como su alma se desgarraba y como su corazón se rompía en millones de pedazos. Él pensaba que Helia tenía razón.
  -Tenías razón mi amor. No era posible transformarte sin robarte la luz.
  Pero a pesar de querer hacerle saber de inmediato que yo no había muerto, que por alguna razón u otra la transformación había funcionado, que si no me había robado la luz yo seguía estando viva, si se le podía considerar vida, no lo hice. Necesitaba acostumbrarme a todo eso que recorría mi cuerpo. Porque no sabía ni cuánta fuerza tendría, ni cómo de desarrollados serían mis sentidos.
  -Lo siento mi amor, lo he intentado, pero no he podido cumplir mi promesa. Después de todo lo que tú me has dado, yo he sido incapaz de concederte lo que tú más querías.
  ¿Pero qué demonios estás diciendo? ¿Es que no te das cuenta de que estoy viva? Aunque claro, decir que estás viva cuando tu corazón ha dejado de latir, no es la expresión correcta.
  Estaba decidida a hacerle saber que la transformación había funcionado, pero de pronto, una nueva reacción se apoderó de mi cuerpo. Sentí que sufría una combustión espontánea.
  El calor comenzó a recorrer mis venas, como si lenguas de lava se abrieran camino por mis entrañas. Creí arder como si estuviera en una pira funeraria. Igual Helia tenía razón y había muerto, y todo eso que sentía no era más que el fuego del infierno cobrándome cada muerte que mis manos habían causado.
  -Chris, hay que decírselo a los demás.- Helia se rompía igual que su hijo.
  -Lo sé papá. Pero no sé cómo decirlo. Va a ser un golpe muy duro para todos.
  -No será más duro para nosotros de lo que es para tí.
  -La he perdido, papá. Después de todo lo que ella hizo por mí, después de todo lo que me ha dado, tras hacerme padre, yo ni tan siquiera he podido concederle lo que más quería. La eternidad junto a mí y nuestros hijos.
  -Yo subiré a comunicarles la noticia a los demás. Te dejo unos minutos con ella a solas.- Y oí como la puerta de aquel improvisado quirófano se abría.
  Y mientras él exponía sus pensamientos en voz alta, el calor se apagó. Tal y como había venido, se fue. Empecé a sentir de nuevo mi cuerpo, y sin que se diera cuenta moví ligeramente los dedos de los pies. Y entonces entendí que ni siquiera el fuego del averno podría separarme de él.
  -Lo siento, lo siento mi amor. Te juro que yo quería retenerte junto a mí, pasar el resto de la eternidad junto a ti y nuestros hijos, pero…
  -Joder Chris, ¿quieres dejar de ser melodramático?- ¡Zas! Lo solté de golpe, incluso antes de que mi mente terminara de formular ese pensamiento.
  -¿Kara?- Me observó estupefacto y me percaté de que me había incorporado en la camilla. Yo no le había dado esa orden a mi cuerpo, así que deduje que mi mente iba más rápido de lo que yo era consciente.
  -¿Quién si no?- Me parecía estúpido que me preguntara eso cuando estaba antes sus narices.
  -¡Joder, Kara!- Gritó de repente mientras me alzaba entre sus brazos y giraba sobre sí mismo, conmigo aferrada a su cuello. La sábana que cubría mi cuerpo cayó. De pronto dejó de girar para observarme con detenimiento.- ¿De verdad estás bien?
  -Pues sí, estoy bien. Bueno un poco confundida y sobresaltada por mis sentidos y mis emociones, pero bien.
  -Me has dado un susto de muerte. Que sea la última vez que me haces pasar por esto, ¿entendido? Y ya hablaremos más tarde de tu brillante idea de aparecer junto a Victoria, porque estoy muy cabreado.- ¡Menuda sorpresa!, pensé mientras le observaba con detenimiento y el calor volvía a crecer en mi interior.- De esta no te vas a librar. Pensábamos que habías muerto y… ¡Mierda! Helia les está diciendo a todos que has muerto. Tengo que avisarlos de que estás bien. Te bajaré algo de ropa para que puedas subir.- Me dijo desde el umbral de la puerta, saliendo a la velocidad de la luz.
  En cuanto él se fue, el calor desapareció. Me preguntaba por qué mi temperatura corporal subía cuando miraba a Chris, si era consecuencia de todo el proceso de transformación, si a ellos les había ocurrido lo mismo. Recordé la frase de Drake sobre la operación y la supuesta cicatriz que me podía quedar, y me revisé la barriga. Allí no había nada más que piel suave, tersa y fría.
  -¿Chris? ¿Qué haces aquí?- Escuché como Helia le preguntaba con asombro a mi marido por qué me había dejado sola.
-Esto, papá, no ha muerto, Kara está bien. Está despierta, confundida, pero bien. Voy a por algo de ropa para que pueda subir.
  -Chris, espera.- Lucian intervino.- ¿La vas a hacer subir?
  -Sí, ¿por qué?
  -Porque aquí están Trizia, Morraine, Victoria y tus hijos. Un poco precipitado. Estará sedienta y hambrienta. Demasiadas luces y sangre fresca a su alrededor.
  ¿Qué?, pensé. ¿Qué no me van a dejar ver a mis hijos? Iban listos si se pensaban que no les iba a ver. Cogí la sábana del suelo y enfilé las escaleras.
  Me tropecé con todos ellos mirándome. Habían sacado a mi madre con mis hijos y a mi prima del salón, pero Victoria seguía allí, junto a Helia, Drake, Lucian, Andros y Olimpia. No había rastro de Osiris y los demás, por lo que pensé que estaban limpiando el campo de batalla donde nos habíamos enfrentado a los cazadores y a Jake.
  -¿Kara? ¿Eres tú?- Victoria me miraba con sus ojos desorbitados.
  -Sal de aquí Victoria.- Le ordenó Lucian.
  -No.- Fue su sencilla respuesta. Vi como mi cuñado se cabreaba por momentos, y temí que le gritara. El calor se volvió a apoderar de mí.
  -¿De verdad crees que voy a atacar a Victoria, Lucian? Me conoces muy poco si piensas que voy a hacerlo.
  -Te acabas de despertar. Victoria, sal de aquí de una vez.
  -Te he dicho que no.
  -¡Que salgas!
  -No le grites.- Espeté plantándome delante de él. Iba a soltarle un montón de cosas, y tal vez incluso hasta darle un empujón, porque sabía demasiado bien a qué se debía su enfado, pero Chris me lo impidió.
  -Cariño, es mejor que te vistas. Vamos, te acompaño al dormitorio.- Y en ese momento me percaté que la sábana se me había caído y estaba desnuda ante todos. Él me cubrió con ella, y dejé que me llevara hasta el dormitorio.
  Escuché como Lucian farfullaba por lo bajo y como Victoria suspiraba cansada de tanta reprimenda. Esos dos tenían un problema, y era por mi culpa. Ya lo resolvería con ellos más tarde, porque tenía otros asuntos pendientes.
  En cuanto entramos, Chris me rodeó con sus brazos de hielo, y yo me dejé llevar. Por unos segundos olvidé a mis hijos, a Victoria, a mi madre, a todos. Me aferré a su cuello como una garrapata. Quería tenerlo. La sangre me hervía, y el deseo me ganaba por momentos. Estampé mis labios contra los suyos de forma enfermiza. Quería sentirle dentro, tenerlo y retenerlo. Las emociones me dominaban mientras sus manos se perdían por mi espalda. ¡Qué bueno era no tener que respirar! El beso se podía prolongar hasta el fin de los tiempos.
  Me estrechó más contra él, y no podíamos decir dónde empezaba un cuerpo y terminaba el otro. Liberé su cuello y mis manos volaron hacia su ropa. Iba a arrancarle la camiseta negra que llevaba, pero fue más rápido que yo. Aferró mis muñecas con toda su fuerza.
  -No pensarás que ahora vamos a hacer el amor, ¿verdad?- Levantó una ceja, mostrando esa cara de gamberro que tanto me gustaba.
  -Pues sí. ¿Qué tiene de malo?- Y en un rápido y brusco movimiento me solté y le arranqué la camiseta de un zarpazo. Y, cuando vi su perfecto torso, ardí.
  -Kara… contrólate, ¿quieres?- Volvió a apresar mis manos entre las suyas, esta vez con delicadeza.- Es normal que estés desbordada por todo lo que te está pasando, pero tienes que tomarte las cosas con calma.
  -No quiero tomarme las cosas con calma, Chris. Te quiero a ti.- Y le lancé la más lasciva de las miradas, justo a su entrepierna.
  -¡JA!- Rompió a reír, mientras me volvía a abrazar.- La inmortalidad no ha conseguido que tus hormonas se calmen.- Consiguió decir entre carcajadas. Entonces recordé las veces que me había dejado llevar por mis desequilibradas y caóticas hormonas, y reí con él.
  -No, parece que eso no ha mejorado.- Logré decir. Él tomó mi rostro entre sus manos y me dio un casto beso.
  -Nuestros hijos quieren conocer a su mamá.- Se le llenó la boca cuando dijo nuestros hijos.
  -Y yo a ellos.- Y la más enorme de mis sonrisas se expandió en mi rostro.
  -Vístete y vamos a verlos. Están en la habitación de papá y mamá.- Me encantaba cuando se refería a Helia y a mi madre como los progenitores de ambos. Obedecí. Me di una ducha rápida porque todavía tenía restos de sangre en mi piel, y me puse unos vaqueros negros y una camiseta carmesí, del mismo color que los ojos de Chris cuando la bestia quería salir. Me calcé las deportivas y salimos cogidos de la mano en dirección al dormitorio de nuestros padres.
  Pensé que esa habitación iba a estar atestada de gente, pero sólo estaban mi madre, con mis hijos y Helia. Eso me relajó, porque temía que tendría que discutir con Lucian si me lo encontraba allí. Pero no fue así. En esa estancia solo se respiraba una cosa. Paz.
  Mamá me dedicó una de sus cómplices sonrisas, una de esas cargadas de amor y de ternura, de comprensión, de amor de madre. Un amor que yo sentía que crecía por momentos en mi interior cuando vi a mis hijos tumbados en la cama. Sobre la mesilla de noche había dos biberones vacíos. Mis hijos dormían plácidamente.
  -Ven.- Me dijo mi madre en un susurro. Me solté con pesar de la mano de Chris, y me acerqué a ellos. Olían bien, a bebé, pero no me resultaron apetecibles, como supuso Lucian que me pasaría. Eran mis hijos, míos y de Chris, y por nada del mundo les haría daño. Pero recordé lo que pensó Jordan cuando me vio embarazada. Y me enfurecí.
  -Chris, tenemos un problema.- Le dije, templando mi voz y mis nervios. Me senté con cuidado en la cama, al lado de mis hijos.
  -¿Qué ocurre?
  -Jordan.- Y Chris gruñó. Su pecho bramó conteniendo a la fiera. El mío le acompañó sin que yo pudiera hacer nada por impedirlo.- ¿Leíste su pensamiento en el campo de batalla?
  -No. Estaba demasiado ocupado tratando de que no te hirieran.- ¡Toma reproche! Cuando las cosas se calmaran sabía que me iba tocar aguantar su bronca.
  -Cuando me vio embarazada sólo le corrió un pensamiento por su retorcida y asquerosa mente.- Jade se revolvió un poco, ya que yo había alzado el tono de voz.- ¡Sh! Duérmete pequeña. Mamá y papá están aquí.- Solté de pronto sin pensar. Mi hija calló al instante.- Quieren a los niños para convertirlos en cazadores. En los mejores cazadores que hayan existido jamás.
  -No les tocarán.- Me aseguró Chris.
  -No, no les tocarán, porque pienso solucionar ese problema.- Y me di cuenta que mi voz era fría y terrorífica, hasta cruel. Chris arrugó la frente juntando las cejas, sin comprender a que me refería.- Cuando me he bebido la sangre de los cazadores he descubierto dónde está el cuartel general de Jake. Voy a hacerle una visita.
  -¿Qué?- Dijo Chris estupefacto.
  -Que voy a visitar a Jake. Le voy a hacer creer que he perdido a mis hijos tras el ataque, y que ahora, soy una inmortal muy, pero que muy cabreada. Lo cual en parte es cierto. ¿Sabes a qué se dedica ahora Jake, aparte de tratar cazarnos? A los hijos de los cazadores empieza a entrenarlos a partir de los tres años, y los enfrenta entre ellos, llegando incluso a ordenarles que se maten si es necesario, para probar su valía y su coraje. Y el que se dedica a preparar a los niños es Jordan.- Y me di cuenta que mis colmillos se habían alargado. Estaba furiosa. Aspiré una fuerte bocanada de aire y traté de templar mis nervios. Jake tenía un problema. Yo, inmortal, furiosa, protectora y sedienta de venganza. Sentía como el fuego me quemaba por dentro. Quería sangre, la sangre de Jake. Quería ver su cabeza separada de su cuerpo, entre mis manos. Y a Jordan muerto. Quería que pagaran por el dolor que sentí durante catorce años, y por creer que me podrían arrebatar a mis hijos para convertirlos en máquinas de matar. Venganza y sangre, muerte y destrucción. Era todo lo que mi mente y mi cuerpo pedían.
  -Kara…- Sabía que Chris no me iba a permitir que hiciera eso, que fuera hasta el cuartel de Jake y arrasara con todo y con todos. Pero esta vez, nada ni nadie, ni siquiera él, iban a impedírmelo.
  -Lo siento Chris, o vienes conmigo o te quedas aquí. Pero que te quede clara una cosa. Nada ni nadie me lo impedirá.
  -Cariño, eso es una locura. ¿No has pensado en Jade y Aquiles?
  -Lo hago pensando en ellos.- Me giré y les observé, tan pequeños e indefensos, tan faltos de protección y de paz. Tan míos.- No quiero más guerra a su alrededor, ni más muerte ni más sangre. Quiero que lleven una vida normal, o por lo menos todo lo normal que la puedan llevar, porque no sabemos ni cómo serán. Y si para darles esa vida primero tengo que eliminar a Jake y a sus esbirros, ten muy presente que no me detendré hasta que lo consiga. Ni mi vida, ni mi inmortalidad, ni mi existencia valen nada si a ellos o a ti os pasa algo.
  Chris no protestó ni rebatió mis palabras. Se limitó a mirar a Helia y supe que entre ellos dos pasaba algo, porque sus cómplices miradas así me lo demostraban. Pero no le di importancia. Me dediqué a contemplar a mis pequeños hijos, a observar sus manitas, sus mofletes redonditos, sus naricitas, aquellos hermosos ojos cerrados, el color de sus escasos cabellos, sus bracitos pequeños y sus piernas que tantas patadas me habían dado cuando estuvieron en mi interior. Y definitivamente juré en silencio que nada ni nadie les haría daño. Antes morirían bajo mis garras y mis colmillos. Bajo la crueldad e ira de una madre inmortal dispuesta a lo que fuera por proteger a sus hijos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario