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miércoles, 9 de noviembre de 2011

Almas Gemelas (Capítulo IV)


FURIA
Chris me siguió sin decir nada. O por lo menos no en voz alta.
Kara, de verdad no creo que esto sea buena idea.
O conmigo o sin mí, Chris. No te estoy obligando a venir.
Sola no vas, eso tenlo por seguro.- Habíamos echado a correr a la velocidad de la luz por medio del bosque.
Ya no soy una mestiza Chris. No es necesario que te preocupes tanto por mí.
Siempre me preocuparé por ti, Kara. Seas mestiza, inmortal o lo que sea.
¿Por qué dices eso?- Estaba segura que tras sus palabras se escondía lago más.
No te has dado cuenta, pero tu luz sigue en tu interior.
― ¿Cómo?― Dije en voz alta y frenando mi alocada carrera en seco. Chris saltó por encima de mi cabeza para no tropezar conmigo. Aterrizó sobre sus talones, se dio la vuelta y clavó sus ojos en mí. Me estremecí al ver cómo me miraba. Sus ojos se habían convertido en esquirlas de hielo azul, que me atravesaban el cuerpo, el alma y el corazón.
―Ni siquiera te has dado cuenta, pero no eres como nosotros. Tampoco eres como antes. Te has convertido en un nuevo ser.
―Me pierdo Chris.
―Ven―. Dijo mientras abría los brazos y yo corría a ellos. Me estrechó contra él, levanté la cabeza para poder mirarlo a los ojos y me abracé a su inmortal cintura. Me dio un dulce beso en la frente.― Verás, cuando te he transformado, no te he podido robar tu luz. Y no será porque no lo he intentado―. Aclaró al ver como juntaba las cejas.― En ese momento no me importaba nada, sólo quería tenerte de regreso junto a mí. Si luego me tenía que flagelar por haberte convertido en algo que no quería que fueras, tenía toda la eternidad para hacerlo. Pero en ese momento, lo único que quería era retenerte junto a mí.
»Te clavé los colmillos, me bebí parte de tu sangre y traté de robarte tu luz, sin éxito. Cuando despertaste, me di cuenta que tu luz seguía en tu interior. Cuando te calmas, apenas se aprecia, pero sigue estando ahí. Cuando te enfadas, brilla más de lo que ya brillaba antes, y parece que te envuelve un mar de coléricas llamas―. Juraría que se había relamido los labios, pero no lo pude asegurar.
―Entonces, si mi luz sigue brillando en mi interior, ¿por qué me he sentido tentada cuando he visto brillar la de Alice?
―No era su luz lo que te ha tentado, cielo, era su sangre.
― ¿Me estás queriendo insinuar que me he convertido en un vampiro?
― ¡JA, JA!― Rompió a reír. Le aticé un puñetazo en el hombro tan fuerte, que los dos aterrizamos en el suelo.― ¡AY!― Se quejó.
― ¿Te he hecho daño?― Pregunté preocupada.
―No―. Iba a soltar una sarta de tacos, por tomarme el pelo en esas circunstancias, pero no pude. Sus labios me besaron con avaricia.


Chris…― Gemí. Me dejó de besar en cuanto pronuncié su nombre. ¡Cuernos!
―No te has convertido en un vampiro. Los vampiros no existen, ¿vale? Pero la sed siempre llega antes que el hambre. Somos líquido, ¿recuerdas? El ser humano está compuesto en su mayor parte de agua, y, al igual que un humano no puede vivir mucho tiempo sin agua, nosotros no podemos vivir mucho tiempo sin sangre.
― ¿Pero me dijiste que la base de nuestra dieta eran las luces?
―Y lo son. Verás, que necesitemos sangre, no significa que debamos beber litros. La copa que te ha dado Neftis, ¿te ha calmado?― Asentí.― Ves, con una simple copa has tenido suficiente.  Probablemente no tengas sed en un par de días. Pero cuando te has despertado, no nos ha dado tiempo a darte nada, ni una gota de sangre. Y tú, además habías perdido mucha. Tu cuerpo inmortal necesitaba beber.
― ¿Por eso me has dado la tuya?
―Sí. Cuando he visto como te cambiaba la cara al oler la sangre de Alice, me he dado cuenta que no habías bebido. Luego, Alice se ha mosqueado, y su luz ha empezado a brillar demasiado, y no sólo para ti. A todos nos ha costado controlarnos.
―Entonces, ¿tú por qué bebías tanto cuando yo era humana, si con una copa se suponía que te ibas a saciar?
―Mientras esté cerca de ti, jamás me saciaré, Kara. Tú hueles diferente a los demás.
― ¿Sigue mi sangre siendo un reclamo para ti?
―Eso me temo―. Dijo él sin una pizca de dolor en sus ojos.
― ¡Pues que mierda!― Me quejé. Y Chris rompió a reír. Se calmó pasados unos segundos.
―Tal vez, con el tiempo, tu sangre deje de serlo.  Tengo una eternidad para acostumbrarme a ella―. Me dijo feliz. Lo cierto es que eso de que teníamos la eternidad por delante, sonaba de fábula.
―Vale, pasemos a mi luz. ¿También es un reclamo para ti?
―Sí, pero lo es de forma diferente―. Volví a juntar las cejas desconcertada.― Verás, aunque me sigue atrayendo, tengo que reconocer que no puedo acercarme a ella―. Lo fusilé con la mirada por no ser claro.― Cuando te has enfadado y tu luz se ha puesto a brillar, no me ha resultado apetecible, todo lo contrario. Cuando he tenido que atraparte entre mis brazos, me quemaba todo el cuerpo, llegando a quemarme el alma, Kara.
―Entonces te he hecho daño―. Sentencié.
―No, tampoco es eso. No sé como explicártelo. Era consciente de que tu luz podía causarme dolor, pero no era un dolor físico. Era más bien como si se me desgarrara el alma, como si mi propia alma quisiera abandonar mi cuerpo para ir junto a la tuya y poder alimentarse de tu luz.
― ¡Qué follón!― Dije soltando en voz alta lo que pensaba en ese momento.
―Lo sé. Porque cuando te has calmado, y tu luz ha dejado de brillar, la necesidad de tenerla dentro de mí, ha vuelto a crecer, pero al mismo tiempo, algo me impide que quiera alimentarme de ti.
―O sea, que la deseas, pero no puedes, ¿es eso?
―Más o menos. Cuando te enfadas, mi alma quiere ir a ti. Cuando te calmas, mi alma no quiere separase de ti. Básicamente es eso.
―Sigo sin aclararme mucho―. Dije reconociendo que no entendía la mitad de lo que me estaba explicando.― ¿Entonces, no voy a necesitar luces para vivir?
―Creo que sí que las necesitarás, pero no para alimentar tu alma, sino para calmar a tu propia luz. Cuando brilla, Kara, parece como si las llamas del averno hubieran decidido dejar el inframundo para instalarse en la tierra. Desprendes luz, y sobre todo, poder.
―Ahora sí que no tengo ni pajolera idea de qué puñetas me estás hablando―. Estaba segura de que quería partirse de risa por mi comentario, pero no lo hizo. Se tragó sus carcajadas y me miró con devoción.
―Desprendes poder, Kara. Y no sólo lo vemos los de mi especie. Alice también lo ha visto. Es como si una ola de energía inacabable saliera de dentro de ti. Algo capaz de arrasar con todo lo que se encuentra a su paso.
― ¿Por eso me has dicho que debo aprender a canalizar toda mi energía?
―Sí. Ni siquiera te has dado cuenta, pero cuando te has descontrolado, has hecho que todo lo que había a tu alrededor, temblara. Es como si un pequeño terremoto hubiera salido de tu interior y hubiera sacudido los muebles, a nosotros y a Alice. Una potente ola de energía.
― ¿Y cuando hemos estado fuera?
― ¿Te refieres a cuando has intentado hacer el amor conmigo?
―Sí―. Dije muerta de vergüenza. Porque realmente había sido algo más fuerte que eso.
―Peor―. Abrí los ojos como platos.― En ese momento, yo he deseado lo mismo que tú. Me ha costado muchísimo no dejarme llevar, Kara.
―Pero…
―Pero te he dicho que no, porque no quiero eso, no así ni en ese momento. Cuando ambos aprendamos a canalizar ese deseo, tendremos lo que tienes Andros y Olimpia. Pero en ese momento, para mí, hubiera sido más difícil de lo que ya era mientras eras humana.
― ¿Por qué?
―Porque te has vuelto más apetecible, Kara. Me ha faltado un pelo para hincarte el diente. Y lo digo en el sentido más literal de la expresión. Te acababa de dar parte de mi sangre para calmarte, pero no sé cómo de pronto, me he visto invadido por tu deseo. Sentía lo mismo que sentías tú. Tu necesidad, tu sed, tu calor, tu deseo, tu hambre de mí, de tenerme dentro de ti. Todo, sacudiéndome con más fuerza que nunca.
―De ahí que hayas gemido de placer―. No era una pregunta. Era una rotunda afirmación.
―Si te llego a dejar beber dos gotas más, Kara, hubiera tenido un orgasmo ahí mismo. Sin necesidad de hacer el amor contigo.
― ¡Toma ya!― Solté sin darme cuenta. Esta vez Chris no pudo hacer nada por no romper a reír. Le di otro pequeño puñetazo en el hombro, esta vez con más delicadeza.― Vale, ¿a ver si me aclaro? Necesito beber sangre como un humano agua, ¿no?
―Así es. Aunque creo que esa necesidad ya imperaba en ti cuando eras una mestiza y te sentías atacada. Entonces creo que la sed se despertaba en ti para sacar tu poder a relucir y ser fuerte y peligrosa―. Me dijo mientras sus dedos se enredaban en mi cabellera.
―Vale, mi luz. La tengo pero necesitaré alimentarme de luces de todas formas, ¿no?
―Lo más seguro es que sea así. Verás, las luces no son más que energía, Kara, la energía de la que se alimentan nuestras almas. Los de mi especie perdimos la luz en el proceso de conversión. Tú no. Pero aún así, teniendo en cuenta la cantidad de poder y energía que desprendes, no creo que tu alma tenga suficiente con tu luz para alimentarse, y probablemente en un momento o en otro, te sentirás hambrienta. En cuanto esa sensación te invada, quiero que me lo digas e iremos de caza, ¿entendido?
―Vale―. No rechisté, porque pude ver en sus ojos la preocupación. Temía que si me entraba hambre y no decía nada, atacara a mi madre, a Vic o a mis propios hijos.― ¿Y dices que desprendo mucha energía y poder?
―Sí, muchísima. Además son como oleadas. Van y vienen. ¿Recuerdas cuando has despertado?― Por supuesto que lo recordaba. Lo cierto es que lo recordaba todo―. Cuando me has llamado melodramático―, dijo sacándome la lengua y burlándose de mí, ― me has dado un susto de muerte. Porque de pronto estabas ahí, sentada en la camilla y envuelta en llamas, en las llamas que genera tu luz. De pronto te has calmado, en cuanto me he acercado a ti. Luego ha venido otro fogonazo, luego, de nuevo la calma. Cuando has visto pelear a Vic y Lucian, te has vuelto a encender, por llamarlo de alguna forma.
― ¿Por eso me has dicho que debo aprender a controlarme?
―Sí. Es tanta la fuerza que desprendes, Kara, que temo que si no aprendes a controlarte, te invada y te convierta en un monstruo. De por sí, ya es bastante complicado no caer en la tentación de querer aprovechar el poder que se nos otorga con la inmortalidad. Yo soy el mejor ejemplo de ello. Disfruté matando y alimentándome de la fuerza que obtenía de las mujeres que mataba. Vuestra luz, como te dije en su día, es más poderosa que la de los hombres, y la tuya más aún. Así que igual que yo me dejé llevar por mi hambre de poder, a ti te puede pasar lo mismo.
―Con lo cual, sigues pensando que eres un monstruo―. Sentencié. No era una pregunta para nada.
―Lo fui, Kara. Hasta que te conocí―. Y sus labios volvieron a sellar los míos. Me aferré a sus cabellos, para impedir que separara sus labios de mí. Nuestras lenguas se enlazaron y cuando empecé a sentir el calor, yo misma fui la que le soltó y poco a poco se separó de él. Me sonrió orgulloso. Estaba orgulloso de mí.― Veo que lo has entendido todo a la perfección.
―Bueno, creo que lo esencial, sí. Verás besarte es maravilloso, pero despierta mi lado salvaje. Acabas de decirme que mi luz y mi fuerza te hacen daño. Y yo jamás te causaría dolor. Por lo menos, no conscientemente. He sentido calor, como si esas llamas de las que me hablas quisieran salir y atraparte, y… he decido parar―. Dije bajando la cabeza. Pero él puso su mano bajo mi mandíbula y me obligó a mirarlo.
―Por mí. Me has antepuesto a tus deseos, como siempre―. Afirmó rotundamente. Me limité a asentir.― Vamos a encontrar la manera de canalizar toda esa energía, Kara, y luego―, acercó sus labios a mi oído, ―daremos rienda suelta a nuestra imaginación y deseos―. Y ¡BUM! Sentí como sufría una combustión espontánea. Chris rompió a reír de nuevo. Me levanté del suelo, puesto que aún permanecíamos tumbados después de que yo derribara a Chris, y me separé un poco de él. Sacudí mi cabeza tratando de quitarme las imágenes que se habían instalado en ella. Imágenes nuestras totalmente prohibidas, mientras él seguía partiéndose de la risa en el suelo.
― ¿Me vas a explicar qué tiene tanta gracia?― Dije tratando de contener mi furia para que mi luz no brillara demasiado. No sé si lo conseguí.
―Me rio de ti―. Gruñí.― Tus hormonas andan peor de lo que ya iban cuando eras mestiza―. Y esta vez ardí de vergüenza. Me avergonzaba saber que él era consciente de que con eso podía jugar. Ese era mi punto débil ante Chris. La necesidad que yo sentía por él, por tenerle de todas las formas posibles.
―Pues yo no le veo la gracia―. Dije como pude. Se levantó en un rápido movimiento y me abrazó. Me espachurró contra él con toda su fuerza. No me hizo ni pizca de daño, pero supe cuánta fuerza había estado conteniendo mientras yo era humana.
―Yo sí. Esto me demuestra que, a pesar de haberte convertido, sigues conservando parte de tu humanidad. Tu amor, deseo y necesidad por mí, creo que han aumentado un pelín―. Dijo muy pagado de sí mismo.
― ¡Serás fanfarrón!― Le mascullé. Atrapó mi rostro entre sus manos de hielo y me clavó su mirada azul.
―Al igual que la mía ha aumentado por ti. Te amo más, te quiero más, te necesito más, te deseo más―. Y volvió a besarme con avaricia y fuerza.
Control, Kara. Control. Me dije a mi misma sin que sirviera de nada. La oleada de calor y energía brotó de mi interior, sacudiéndome a mí, a Chris y juraría que a los árboles que teníamos alrededor. Pero entonces recordé porque había salido de casa y cuál era mi propósito. El fogonazo desapareció al mismo tiempo que Chris dejaba de besarme. Aquel beso terminó con un suave separar de nuestros labios. Pero aún así, no soltó mi rostro de entre sus manos.
―Te quiero―. Me dijo con la devoción asomada a sus ojos.― Eres lo más hermoso que me ha pasado en toda mi vida. Y me has dado el mejor regalo posible.
Y entonces me di cuenta. Estábamos a cuatro de Agosto.
― ¡Joder! Tu cumpleaños―. Me solté de él y empecé a dar vueltas como una tonta, mascullando.― Y no te he comprado nada. ¡Pero qué tonta! ¿Cómo lo he podido olvidar?― Frené en seco cuando vi que Chris me miraba. Se había apoyado en un árbol y tenía los brazos cruzados en su pecho. En su hermoso rostro se dibujaban dos cosas. Desconcierto y felicidad.― ¿Y ahora, por qué me miras así?
―Porque no pienso aceptar ningún regalo tuyo―. Dijo muy serio. Pero sus ojos brillaban, como nunca habían brillado.
― ¿Por qué?― Dije poniendo los brazos en jarras. Dejó de apoyarse en el árbol y en dos pasos se plantó ante mí.
―No te das cuenta, ¿verdad?― Negué con la cabeza porque no tenía ni idea de qué me estaba hablando.― No me puedes regalar nada, cariño, porque ya me lo has regalado todo―. Volví a arrugar la frente por la incomprensión.― Te tengo a ti, como inmortal, para el resto de la eternidad y, por si eso fuera poco, me das dos hijos, y me los das el mismo día que yo cumplo años. Ya no me puedes regalar nada más, Kara―. Y me quedé sin argumentos. Porque en el fondo, él tenía razón. A pesar de nuestras peleas, de mi cabezonería, mis ataques de locura y de todo lo demás, habíamos conseguido lo que ambos queríamos. Que yo fuera inmortal sin que mi luz dejara de brillar. Y a eso, había que sumarle a Aquiles y Jade.
―Eres feliz―. Sentencié mirándole a los ojos.
―Tanto o más que tú―. Me respondió tajante y rotundo. En mi rostro se dibujó una enorme y feliz sonrisa. Me abrazó y depositó con cuidado sus labios sobre los míos.
―Chris―. Dije tras ese piquito que me había sabido a poco.― Tengo algo de lo que encargarme.
―Lo sé―. Dijo recuperando la seriedad y la preocupación.
―Ya sé que no te hace gracia, pero no voy a permitir que Jake me estropee esto. Y lo mejor es que crea que he perdido a mis hijos y que ahora soy su mayor enemiga.
―Ya te considera su mayor enemiga―. Me dijo muy seguro.
―Lo sé. Pero ahora le voy a dar más motivos. Le voy a dar un motivo para que huya. Para que se esconda como el gusano asqueroso que es―. Me agarré a su mano.
―Está bien. Vamos a por Jake―. Dijo entrelazando sus dedos con los míos. Reemprendimos la carrera por el bosque, en dirección a la guarida de Jake.
Cuando llegamos a la guarida de Jake, era noche cerrada. Nos sentamos a esperar que todos los cazadores estuvieran dentro. Lo cierto, es que iban entrando mucho. Contamos más de cien. Alice no estaba allí. Me encargué de buscar su mente y la encontré en el hospital, sentada al lado de la cama de Jordan, tratando de contener su furia. Furia que había despertado con toda la información que yo le había dado.
Es la hora. Le dije a Chris mentalmente. Entonces me di cuenta que mis uñas se habían alargado, mis colmillos también y que mis ojos, probablemente se habrían tornado rojos.
Te sigo. Fue todo lo que Chris me dijo. Supe que quería ir detrás de mí para cubrirme la espalda. No protesté. Prefería ser yo la que iba delante. Así los primeros embistes de los cazadores me los iba a llevar yo.
Nos acercamos sigilosamente, como dos felinos se acercan a su presa. Se oían carcajadas, risas, algún taco que otro. Agudicé mi olfato, ya de por sí desarrollado, y olí a Jake. Su efluvio se mezclaba con el de los demás cazadores, lo que me hizo pensar que tal vez, estuviera reunido con buena parte de ellos en algún lugar de aquel almacén.
Había una ventana sin cerrar del todo. Estaba a una altura de cuatro metros, lo que para nosotros no significaba nada. De un brinco me encaramé a la ventana y vi que en el interior no había nadie. El almacén lo habían dividido en varias partes, distribuyendo así el espacio para habilitar aquello como una especie de cutre hotel donde los cazadores tenían sus guaridas. No había niños, menos mal, porque eso me hubiera enfurecido más. Pensar en cómo Jordan y Jake los utilizaba, era algo que me exasperaba y encolerizaba de sobremanera.
Aterrizamos en el almacén sin hacer el mínimo ruido. Nos pegamos a una pared, más que nada porque no sabía si de pronto podía aparecer un cazador armado con una de esas pistolas que Jake les había dado, con aquellas mortíferas balas. Sentí como el calor volvía a crecer en mí, pero esta vez no hice amago de acallarlo. Era mejor que estuviera furiosa, aunque estaba segura que a Chris no le hacía ni puñetera gracia.
Lo que era una especie de salón común, repleto de mesas, sillas y algún sofá, dio paso a un pasillo largo, oscuro y estrecho, con muchas puertas a los lados. Agudicé mi oído y escuché tras una puerta. No había nadie, no se escuchaba el latido de ningún corazón. Abrí con cuidado. Por suerte las bisagras de la puerta estaban engrasadas. Era un dormitorio, austero. Apenas había una cama pequeña, un escritorio con una silla y un armario de una sola puerta. Ni ventana, ni siquiera una lámpara. La única luz que había en aquel dormitorio era la que daba una bombilla colgando del techo. La austeridad era la característica que aquella estancia. Abrí el armario y vi que apenas había ropa, toda negra y toda de mujer. Tras mi rápida inspección, salimos, yo a la cabeza y Chris como una fantasmal sombra pegada a mí.
Pero de pronto, la puerta del final del pasillo se abrió, y un grupo de cazadores entró. Chris y yo saltamos, y nos quedamos sujetos al techo con nuestras uñas. Sigilosos vimos como los cazadores iban entrando en sus correspondientes dormitorios, sin mediarse palabras entre ellos, sin tan siquiera mirarse los unos a los otros. Como si fueran autómatas. Cuando desapareció el último, nos descolgamos y corrimos en silencio hasta la puerta del final.
Kara, esto es una locura. Aquí hay muchos cazadores.
No me pienso ir hasta que no consiga lo que quiero.
¿Y se puede saber que quieres?
Arrancarle la cabeza a Jake―. Y sin querer, mi pecho rugió.
Abrí la puerta sin ninguna sutileza. Había olido el efluvio de Jake. Estaba empezando a descontrolarme, porque contaba como cada vez el calor era más grande en mi interior, lo cual quería decir que mi furia y mi poder, aumentaban.
No me equivoqué. Tras la puerta me tropecé con el semblante de Jake, y el de un grupo de unos diez cazadores. Cuatro de ellos se abalanzaron contra nosotros. Le partí el cuello a los dos primeros, mientras seguía observando a Jake, que me miraba desafiante. Chris dejó a los otros dos inconscientes. Los otros seis sacaron sus armas. Aquello parecía que se nos escapaba de las manos.
Sal de aquí, Chris.
Ni lo sueñes. Me dijo mientras se movía apenas unos milímetros. Supe que estaba evaluando la situación, para ponerse frente a mí si era necesario.
No le di tiempo a que hiciera nada. Ni a Chris ni a los demás. Salté y me coloqué frente a Jake. En ese salto alcancé una altura de tres metros y salvé los seis que me separaban de mi presa. Agarré a Jake por el cuello.
―Bajad las armas, o le parto el cuello―. Me di cuenta que Jake temblaba entre mis manos y no era por miedo. Como Chris había dicho, yo desprendía mucho poder.
Obedecieron. Dejaron las armas en el suelo y Chris se las arrebató. Partió cada una de las pistolas por la mitad.
―Hola Jake―. Mi voz era espectral, salida del mismísimo infierno. Liberé su cuello cuando vi que comenzaba a ponerse morado por la falta de aire. Intentó sacar un cuchillo de su bota derecha, pero le partí el brazo antes de que pudiera hacerlo. Le quité el puñal y lo lancé contra uno de los cazadores, atravesando su corazón.― No juegues conmigo, Jake. No es una buena idea.
―Traidora―. Masculló mientras se sujetaba el brazo partido por la mitad. Le colgaba como si fuera un títere.
― ¿Quién traicionó a quién, Jake?
―Yo te di la vida―. Farfulló enfadado.
―No, no lo hiciste. Eres estéril. Dime una cosa Jake, ¿de quién era el espermatozoide con el que fecundaste el óvulo de mi madre?
― ¿Y qué te importa? Te crié como mi hija.
―No. Me criaste como un objeto digno de estudio. Como algo que querías utilizar en tu beneficio propio. Pero mira por donde, te salió mal la jugada. Respóndeme, o lo averiguaré por mis propios medios―. Y le enseñé los colmillos.
Un cazador hizo el amago de sacar algún tipo de arma de su espalda. Chris lo dejó inconsciente dándole un puñetazo en la nariz y partiéndosela en dos.
―No tengo toda la noche, Jake―. Dije acercando mis colmillos a su cuello.― Tengo hambre y sed, padre―. Y esta vez, sí que tembló de miedo.
―De Jim―. Farfulló como pudo. Parecía que la voz no quería salirle.
Lo solté de golpe. ¿Jim? ¿El padre de Alice y Jordan?
―Mentiroso―. Dije. Sin pensármelo, lo agarré de un brazo y le hinqué los dientes en su muñeca.
Para mi desgracia, comprobé que había dicho la verdad. Todo pasó por mis ojos. Desde el día que se convirtió en cazador, siguiendo los pasos de su padre, hasta el día que con quince años mató a su propio padre para convertirse en el líder de su escuadrón, el día que conoció a mi madre y decidió usarla para sus fines, desde que descubrió que no podía tener hijos, hasta la propuesta que le hizo a Jim y que éste aceptó. Mi concepción en un tubo de ensayo, los embriones que no soportaron los cambios, el embarazo de mi madre, mi nacimiento, mis años de infancia, de adolescencia. Y de pronto, oscuridad.
Desclavé mis colmillos y vi como Jake se había inyectado algo en un muslo.
― ¿Qué coño es eso?― Le dije mientras le sacaba la jeringuilla del muslo y la examinaba.
―Propranocol. Es un betabloqueante. Sin recuerdos, tú no puedes saber nada―. Dijo con una sarcástica sonrisa en su rostro.
Lo lancé por los aires. Con el brazo roto, perdió el equilibrio y al caer, se fracturó un tobillo.
―Así que te administras esa mierda para que no pueda averiguar dónde tienes a tu nuevo mestizo, ¿eh, Jake? ¿Y crees que eso te va a servir de algo?― Me planté ante él de otro salto. Jake tembló de nuevo a causa de una nueva oleada de mi furia y mi poder.― Mírame bien Jake. Observa en lo que me he convertido.
―En un demonio―. Masculló como si soltara un taco.
―No, Jake. Ahora las tornas han cambiado. Yo soy la cazadora, y tú mi presa. Pagarás con tu vida que mis hijos hayan muerto. Tu vida y la de todos los que estén a tu lado. Pero no lo haré esta noche, Jake. No. Voy a buscarte, a seguirte, a obligarte a que metas tu asqueroso culo en un agujero como la rata que eres. Y entonces, cuando estés cagado de miedo, cuando tu mente empiece a desvariar, yo, tu obra, te matará. Lenta y dolorosamente. Serás mi banquete Jake, me alimentaré de ti, y morirás de la forma en la que siempre has detestado morir. Siendo el alimento de un inmortal. Siendo mi comida, Jake. Tú y tu mestizo. Ambos, bajo mis colmillos y mi furia, Jake.
―Nunca permitiré que te acerques al mestizo―. Solté una carcajada.
―Eres más estúpido de lo que recordaba. Acabas de confirmarme lo que para mí sólo era una sospecha. Pero bueno, ahora tengo algo de lo que ocuparme―. Dije girando sobre mis talones y agarrando a un cazador del suelo. Sus ojos me miraron de manera desorbitada. Era un joven, que no debía superar los veinte años. Le clavé los colmillos en el cuello.
―Kara, no―. Musitó Chris.― Para o te convertirás en un monstruo.
No le obedecí. Me bebí su sangre mientras mi alma reclamaba la luz de aquel cazador para ella. Sentí como la luz de aquel tipo entraba en mi, al igual que lo hacía la sangre. Ambas resbalaron por mi garganta, ardiente de sed de venganza. Lo solté cuando lo dejé seco.
De pronto la puerta se volvió a abrir y entraron un grupo de cazadores. En el primer segundo se quedaron quietos al no comprender que estaba pasando allí, hasta que vieron mi rostro y al cazador muerto entre mis manos. De pronto Jake comenzó a gritar.
―Matadlos, a los dos―. Y el infierno se desató en aquel almacén.
Las balas comenzaron a silbar, al tiempo que yo me colocaba al lado de Chris. Ambos empezamos a dar salto y giros para evitar las balas, mientras yo me dedicaba a matar a todo el cazador que se pusiera a mi alcance.
Vi como dos cazadores ayudaban a Jake a salir de allí. Me agarré al techo como si fuera Spiderman y corrí a por ellos. Chris me atrapó a mitad carrera y me lanzó contra el suelo mientras me envolvía entre sus brazos. Dos balas pasaron rozando mi hombro. Supe que una había dado en su diana, cuando olí la sangre de Chris. Entonces, me terminé de descontrolar.
Me zafé de Chris. Me planté frente a él y emprendí mi embiste contra los cazadores, que seguían disparando. Esquivé las balas y cuando llegué al primer cazador, lo puse frente a mí como si fuera un escudo humano tras el cual yo me ocultaba. Los cazadores dejaron de disparar, pero yo me acerqué a ellos. Cuando estuve a suficiente distancia, volví a clavar mis colmillos en el cuello del que llevaba sujeto. No me bebí su sangre, sino que le desgarré la garganta y lo dejé desangrándose. Me lancé a por los demás, mientras Chris corría hacía a mí para impedir que cometiera una carnicería.
―Kara, vámonos. Ya tienes lo que querías―. Dijo mientras tiraba de mi brazo. Lo empujé y me deshice de él. Embestí de nuevo contra el grupo de cazadores.
De pronto se oyó una sirena, la de la alarma contra incendios. Los cazadores empezaron a salir de la sala donde estábamos. Pillé a uno por el cuello y le hinqué los colmillos de nuevo. Quería mi venganza. Que Jake supiera que iba a matar a todo aquel que se interpusiera en mi camino.
Chris me arrebató al cazador de entre los colmillos y me agarró por los hombros.
―Hay que salir de aquí―. Me gritó alzando su voz por encima de la sirena.
―Quiero más―. Gruñí de nuevo.
―Nos vamos cagando leches, Kara―. Y empezó a tirar de mí. Vi como mi luz lo envolvía y como Chris luchaba contra ella. Entonces me di cuenta que empezaba a oler a gasolina. La sirena era el aviso para que los cazadores salieran de allí. Jake iba a incendiar el almacén para no dejar rastro ni pruebas de lo que hacía allí.
Salimos por una ventana, al tiempo que tras nosotros se oían una serie de explosiones y el almacén comenzaba a arder. Los cazadores seguían pululando por allí y un grupo de ellos nos vio. Se lanzaron a por nosotros. Pero Chris no me dejó que les atacara. Sin mediar palabra me cargó sobre su hombro como si yo fuera un saco de patatas, y me sacó de allí.
― ¡Bájame, Chris!
―No. Esta vez te has pasado, Kara.
― ¿Qué me he pasado? Si eso no ha sido nada comparado con lo que quería hacer―. Me quejé.
De pronto Chris me soltó en el suelo, y caí de culo. Lo acribillé con la mirada.
―Ahora mismo, tú y yo nos vamos a hablar de esto. Se te está yendo de las manos, Kara.
―No se me está yendo nada de las manos, Chris―. Refunfuñé mientras me ponía en pie.
― ¿Ah, no?― Y me agarró por los hombros. Estábamos en las afueras de la capital, y me puso frente la ventanilla de un coche para que viera mi reflejo. Era la viva imagen de un demonio salido del infierno―. Te lo he advertido, Kara. O te controlas, o te convertirás en un monstruo. Acabas de matar por placer, Kara.
―Por necesidad. Necesitaba la información.
― ¡Y una mierda, Kara!― El rostro de Chris se transformó en una máscara de ira y furia―. Sabes que tengo razón. Si Jake no se llega a administrar esa sustancia, lo habrías matado.
― ¿Y qué tiene eso de malo?― Le grité encolerizada.
―Que con que uno de los dos sea un monstruo, ya tenemos bastante―. Y toda la ira y furia que sentía se pasó de un plumazo.

2 comentarios:

  1. Si ya lo que he estado leyendo en el blog me gustaba. Ver esa portada es algo que convence a lector por que es atractiva y llena la mente con esperanza.

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  2. muchísimas gracias por tu comentario.
    ME alegro de que te guste, porque en principio iba a ser totalmente diferente , pero descubrí que había un libro por ahí con una portada casi idéntica y tuve que pensar en cambiarla. la foto la conseguí yo, pero el montaje es de Tamara Carmona, mi amiga de Burgos.
    Un beso,un abrazo y un mordisco!!!

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