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jueves, 8 de noviembre de 2012

Tormenta Negra (Saga Tiempos de Pasión II)

Hola Ángeles y Ocultos:
Hace unos días os hablé de la primera novela de Tamara Carmona, Rosa de Sangre, que es el inicio de la apasionante saga Tiempos de Pasión, donde vivirás las aventuras de una familia de vampiros poco convencional y en la que algunos tienen tendencias a cometer estupideces.
Como ya os dije, los libros de Tamara se pueden encontrar en la editorial digital www.bubok.es y hoy os voy a dejar el primer capítulo de la segunda novela que compone esta saga: Tormenta Negra


Recordad que este libro se puede adquirir en formato PDF o en papel (acabado en rústico o en tapa dura). Si lo queréis sólo tenéis que PINCHAR AQUÍ


Prólogo

Erik agarró la hoja de la espada en un abrir y cerrar de ojos. Me había vuelto tan condenadamente violenta, que no le había atravesado por un pelo.
El entrenamiento al que habíamos sido sometidos durante los tres años que habíamos estado encerrados en la isla, había surtido en mí un efecto demasiado indeseable. Mi cuerpo era más adulto, sí, y mi cabello era más largo y mi piel mucho  más resistente, pero el problema era mi carácter.
Había tenido que soportar tanto en tan poco tiempo, que mi mirada se había endurecido y mis actos ya no reflejaban a la Violet que fui en su día. Aquella niña tonta que quería volverse humana a toda costa, ya no existía. El vampiro que había dentro de mí la había destruido por completo. La sola mención de aquella época, ahora me daba escalofríos y, si no fuera porque Erik estaba a mi lado para recordarme la persona que una vez fui, lo habría olvidado por completo.
Durante los últimos tres años, había hecho caso omiso de las visiones que se apelotonaban en mi mente, por no decir que el misterio del Libro Demoníaco aún estaba sin resolver pero, ¿cómo pensar en esas nimiedades, si mi nueva “yo” requería de toda la concentración?, ¿por qué preocuparse por algo como eso, cuando la vida se desarrollaba de la forma más natural?
Sí, ahora sabía con certeza que el alma de mi hermano se encontraba en el interior del libro y sí, él había provocado accidentalmente mi amnesia pero, ¿por qué hacer algo por él, cuando él no había hecho nada por mí?
De todos modos, aunque quisiera hacer algo, no sabría por dónde empezar. Yo ya había renunciado a recuperar los recuerdos, había renunciado por completo a saber de mi pasado. Lo importante ahora era el presente, nada más.
Aparté la espada del cuello de Erik y me la enfundé a la espalda. Mi único objetivo en aquellos momentos consistía en capturar a la presa a la cual le había estado siguiendo el rastro. Y ya me encontraba muy cerca.
De un tiempo acá, había adquirido un gusto insano por la sangre, hasta el punto de no ser capaz de estar sin beber dos días seguidos. La sangre de animal no era tan buena como la de vampiro, o la humana, pero calmaba mi voraz apetito y me daba las fuerzas que necesitaba.




1. Recomenzando

La luna brillaba majestuosa sobre los terrenos del internado. En otras circunstancias me hubiera encantado la idea de regresar, pero me había acostumbrado demasiado a la vida en la isla y volver ahora, me parecía estar dando un paso atrás.
Los dos helicópteros que nos traían de vuelta, aterrizaron a la vez, de la forma más brusca imaginable, en el campo frente al  internado.
Hacía tres años que no veía aquel edificio y sus alrededores, pero no parecía haber cambiado en absoluto. Todo parecía igual que entonces y eso me hizo recordar de nuevo a mi antiguo “yo”.
Bajé del helicóptero casi flotando y aguardé al resto de mis compañeros.
Durante los años, había desarrollado una habilidad que me permitía mantenerme suspendida en el aire un tiempo limitado y, si a esto le sumábamos una potente habilidad psicoquinética, que no me daba más que un horroroso dolor de cabeza, al igual que mis esporádicas visiones, la mezcla resultaba explosiva. Aún no había perfeccionado las habilidades en cuestión, pero esperaba poder hacerlo pronto.
Tres años me habían bastado para desarrollar un montón de capacidades, tales como las mencionadas anteriormente, o el simple hecho de ser capaz de manejar el viento, el fuego, la materia y demás elementos, a placer, pero las más poderosas de todas y que requerían de un mayor control y de una resistencia y energía considerables, eran sin duda la coacción, una capacidad que me permitía controlar la voluntad y los pensamientos de las personas que se pusieran a mi alcance, y otra, de la que ni siquiera tenía su nombre y que ni yo misma entendía por completo, que, según la investigación que realicé a escondidas, tenía algo que ver con el alma, el espíritu, o algo así.
Bastaba decir, que solo yo tenía constancia de ellas, ya que eran demasiado peligrosas. Además, no quería revelar mis cartas tan pronto. Quizás, en algún momento, podría utilizarlas para sorprender a mi adversario. Por el momento, me conformaba con emplear aquellas que no supusieran demasiado riesgo, tanto para mí, como para los demás, ya que el empleo constante, me dejaba realmente agotada.
   -Veo que ya te has acostumbrado a la levitación.- Comentó Erik a mi espalda.
   -El durísimo entrenamiento ha dado sus frutos.- Respondí cortante.
   -Tan solo has estado recordado lo que ya sabías…
   -¡Todo esto es nuevo para mí!- Le corté.- Aquellos tiempos ya los he dejado atrás, y lo sabes.
   -Como quieras,- Accedió. Últimamente, siempre me daba la razón en todo y me ponía realmente furiosa.- pero no uses tus habilidades tan a la ligera.- Añadió muy serio.- Ya sabes que te cansa demasiado.
   -¿Y quién ha pedido tu opinión?- Gruñí.- Que yo sepa no eres tú quien debe afrontar las consecuencias.
   -Lo sé.- De nuevo me daba la razón y de nuevo estábamos a punto de enzarzarnos en una buena pelea.
   -¿¡Quieres dejar ya de darme la razón en todo!?
   -Tan solo me preocupo por ti.- Respondió sonriente.
   -Pues no lo hagas.- Solté.
   -No me digas que tienes hambre de nuevo.- Adivinó Erik para mi sorpresa.
Tan solo había pasado un día desde la última vez, pero mi cuerpo ya ansiaba aquel brillante y espeso líquido. Suspiré y traté de relajarme un poco.
   -Lo siento...
   -No tienes por qué disculparte por sentir esa necesidad, V. Es del todo normal, pero solo te pido que intentes controlarlo un poco.
   -Está bien,- Accedí- pero...
Di un paso hacia él y le cogí de la muñeca sonriente. Podía notar el flujo de su sangre bajo la piel de mis dedos y, mis colmillos ya estaban preparados para morder, cuando papá me dio un golpecito en el hombro.
   -Quizás para otra ocasión,- Dijo- cuando no haya tantos estudiantes rondando por aquí, ¿vale?
Me mordí el labio de rabia, pero solté la muñeca de Erik y entré rauda en el edificio, detrás de papá.
Realmente no había cambiado nada. Los mismos cuadros, la misma estructura, aguardaban nuestra llegada. Incluso el cuadro de mi madre aún seguía allí quieto, en el descansillo de las escaleras, esperando que, de nuevo, me pasase las horas muertas observándolo, pero yo ya no era la misma de entonces. Había madurado a mi manera. Tal vez demasiado, pero no importaba.
   -Tú y yo tenemos un asuntillo pendiente.- Le susurré a Erik al oído, abriendo la puerta de nuestro dormitorio.
   -Si te refieres a la sangre… hoy no tengo ganas de servirte de cena.- Rió.- Aunque… si quieres otra cosa… estaré encantado de dártela.
   - Tan sutil como siempre, Erik.- Saltó Edy pasando entre los dos y entrando en el dormitorio, seguida de cerca por Kevin.
Un sentimiento de vergüenza me invadió al momento. Edy había elegido el mejor momento para intervenir en nuestra conversación, pero la tonta había sido yo, por no darme cuenta de que, al ser ellos también vampiros, podían escuchar una conversación, aunque ésta se realizase en un tono rozando lo inaudible para los humanos.
   -Hoy no tengo ganas.- Le respondí a Erik entrando también en el dormitorio.
La disposición del cuarto, tampoco había sido modificada. Tanto la mesa del centro, como las camas y los armarios, seguían en la misma posición de cuando nos fuimos. Eso tenía que cambiar. Cerré los ojos y traté de concentrar toda mi energía en mover los muebles de posición. El repentino dolor de cabeza que me sobrevino, me hizo perder durante unos breves instantes la concentración, pero logré recomponerme enseguida.
   -¡Mierda, Violet!
La voz de Erik y su repentino beso me hicieron perder del todo la concentración, con lo que los muebles cayeron bruscamente al suelo, volviendo a su posición original.
   -¿Qué narices te crees que estás haciendo?- Le grité en tanto que pude deshacerme de su atadura.
   -¿No te había dicho que no usases ese tipo de habilidades?- Me recriminó Erik muy serio.- Si quieres lucirte, hazlo durante los entrenamientos.- Añadió.
La puerta se abrió de pronto, si darme tiempo siquiera a pensar una respuesta con la que pudiera defenderme de los comentarios de Erik.
   -Reesha quiere hablar con vosotros.- Dijo papá sonriente.
   -¿Ahora?- Me quejé.
   -Sí, ahora, Violet. Es importante.

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