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lunes, 1 de agosto de 2011

Recordatorio Confesión (Capítulo V)


CONFESIÓN
Aquella noche me resultó un poco difícil conciliar el sueño y no porque me doliera el agujero del pecho, si no porque todavía me sentía excitada por las palabras y el beso de Chris. Mientras me volvía a poner la camisa que había llevado el día anterior, aquella que retenía su perfume impregnado en ella, sentí que él me observaba. Era una sensación extraña y difícil de describir. Se parecía a cuando alguien va andando por la calle y cree que le siguen, y cuando se da la vuelta, no hay nadie. O como cuando estás en mitad de una habitación atestada de gente, y sientes un par de ojos clavados en tu espalda. Era una sensación parecida a eso.
(...)
Su aterciopelada voz volvió a acariciar mis oídos. Y no pude responder. Ahora su piel ardía, como lo hacían sus ojos, y me dejó sin habla, sin respiración. Respira, me dijo, con aquella particular manera de hablar suya. Jadeé, y me di cuenta de que él tampoco respiraba. Sentí como mi corazón volvía a emprender una loca carrera hacia el colapso, cuando sus dedos dejaron de acariciar mi cuello, para recorrer la línea de mis labios. Su calor hizo que me estremeciera, de puro placer. Sus ojos seguían llameando, febriles e infernales. Aspiró una fuerte bocana de aire y su pétreo pechó rugió. Cerró los ojos, mientras inclinaba la cabeza y apoyaba su frente sobra la mía.- ¿Qué voy a hacer contigo?- Realmente no supe si me lo decía a mí, o si simplemente estaba exponiendo un pensamiento en voz alta.
Para aquella pregunta yo tenía un millón de respuestas. Algo así como, no me abandones, haz conmigo lo que quieras, bésame, ámame, dame una eternidad junto a ti, y un larguísimo etcétera. Pero preferí no decir nada. La mitad de las cosas provocarían su furia, y la otra su enfado; así que me limité a sonreír.

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