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jueves, 9 de junio de 2011

La Llama del Ángel (Capítulo IX)

ENTRENAMIENTO
  El ying y el yang. El equilibrio perfecto entre el bien y el mal. Ese era el emblema de los guardianes. Pero con una sutil diferencia. No era negro y blanco, sino rojo y blanco. Y eso tenía un porqué.
  El símbolo del ying y el yang fue adoptado por los guardianes cuando crearon su casta, y decidieron introducirle algunos cambios. El rojo representaba a la especie de los inmortales, a los morwins, a esos supuestos demonios salidos de lo más profundo del infierno. El blanco representaba a la clase de los cazadores. Caballeros de brillante y blanca armadura que se enfrentaban a los demonios para proteger a los humanos. El fino círculo negro que los envolvía representaba la estirpe de los guardianes, los encargados de mantener el orden entre las dos castas y de que se cumplieran los pactos establecidos. Y Alice llevaba ese emblema tatuado en la piel.
  -¿Eres una guardiana?- Le pregunté. Asintió con la cabeza mientras se subía la camisa de nuevo. Se la abotonó antes de girarse y hablar.
  -Ya te lo he dicho, Kara. Nada ha vuelto a ser lo mismo desde que me mordiste.
  -Pero vas vestida como una cazadora, llevas armas de cazadora, te comportas como una cazadora…
  -Porque estoy infiltrada, Kara. ¿De qué otra manera si no iba a averiguar qué se propone Jake?
   -Alice, si Jake te descubre estarás en peligro.- De nuevo el sentimiento de protección se hacía latente en mí. Jake no dudaría en matarla si se enteraba de que lo estaba traicionando.
  -No te preocupes por mí, Kara. Sé cuidarme.- Sus ojos negros miraron a mamá, a Trizia y a Victoria, que seguían estando ocultas tras las espaldas de mi suegro y mis cuñados.- Y volviendo al inicio de esta conversación, ¿sois conscientes de que al contarles vuestra existencia habéis roto el pacto?
  -No han sido ellos.- Respondí, protegiendo a mi familia.- He sido yo. No iba a dejarlas en la ignorancia si eso les podía costar la vida. No después de averiguar lo que he averiguado de Charles.
  -Ya sabía yo que eso era cosa tuya.- Dijo Alice sonriendo. No me lo estaba echando por cara.- Aunque he de reconocer que hicisteis un buen trabajo simulando el accidente de coche. ¿A quién debo felicitar por ello?- Drake levantó la mano.- Felicidades pues.
  -¿Sospecha algo Jake?- Preguntó Lucian.
  -No.- Lucian frunció el ceño.- Imagino que estarás pensando cómo puede ser eso posible si a mí me había pasado lo mismo.- Mi cuñado asintió. Alice volvió a tomar asiento.- Cuando recobré la consciencia tras el ataque de Kara, Jake me preguntó si sabía quien había sido. Mentí y dije que me había atacado un morwin y que lo único que recordaba era la silueta de Kara abalanzándose sobre mi atacante. Jake se lo creyó. Y la simulación del accidente de Charles ha sido realmente buena. Además, por alguna extraña razón a mí me traspasaste tus pensamientos y conocimientos, pero no has hecho lo mismo con Charles. No sé por qué. Pero de momento Jake no sospecha de eso.
  -¿Y entonces por qué te ha mandado?
  -Porque de lo que sospecha es de Hassan. No ha vuelto, y Jake le ofreció generosamente el perdón a su inmortal existencia si le traía tu cabeza. Una oferta imposible de rechazar.- El pecho de Chris volvió a rugir.
  -¿Y dónde nos deja eso?- Preguntó Lucian.


(...)
-Alice, no quiero hacerte daño.- Le dijo Keinan. A pesar de estar siempre dispuesto a demostrar su descomunal fuerza, nunca le gustó emplearla con humanos. A menos que fuera absolutamente necesario.
  -Piensa en mí como en una amenaza.
  -No representas una amenaza.- Y antes de que hubiera terminado la frase, Alice había recorrido los quince metro que les separaban y tenía un blanco y marfileño puñal puesto en su cuello, mientras sonreía maléficamente.
  Keinan la agarró por un brazo y la lanzó por el aire. Pero en un grácil movimiento y antes de caer de bruces, Alice recobró el equilibrio y aterrizó sobre sus talones. Oí el gruñido sordo de un pecho inmortal, pero no lo pude identificar.
  Alice volvió a la carga. Su gabardina parecía una capa, confiriéndole el aspecto de alguna olvidada heroína de cómic. Se abalanzó sobre Keinan y, cuando este iba a esquivar su golpe y a lanzarla de nuevo, cayó de bruces. Alice le había puesto la zancadilla y lo había tumbado.
  Ella volaba por el aire mientras Keinan rodaba por el suelo para esquivarla. Vi cómo las demás humanas los observaban anonadadas. Keinan se levantó al tiempo que Alice caía sobre el suelo, en el lugar exacto donde él había estado un segundo antes. La agarró por la cintura con un brazo y con el otro la inmovilizó.
  Pero aquel macabro juego parecía no haber terminado. Alice se zafó del abrazo de Keinan y le hizo un pequeño corte en uno de sus brazos. El hilo de sangre, roja y espesa como la brea, corría hasta su muñeca.
  Y el olor a sangre, penetró en mis fosas nasales. Mis tripas gruñeron, como si estuvieran famélicas. Apreté los labios, porque sentía como mis colmillos se alargaban. Mis ojos no habían cambiado de color, de momento.
  ¿Estás bien, cielo?
  Sí cariño. Es que me pongo de los nervios al ver a Alice peleando con Keinan. Mentí. La reacción que estaba experimentando mi cuerpo me pilló desprevenida.
  Keinan gruñó, probablemente más para asustar a Alice que por otra cosa. Se abalanzó de nuevo sobre ella, que le esperaba ansiosa. Jamás había visto a mi amiga tan predispuesta a la lucha. Esta vez, mi cuñado se cercioró de arrebatarle primero el puñal, antes de atraparla entre sus brazos de titán.
  -¡Te pillé!- Le soltó Keinan en un claro tono jocoso. Alice se rió con él.
  -Sí, pero te ha costado.- Dijo mirándole a los ojos.- ¿Me sueltas, por favor?- Y Keinan la liberó.
  -Sabes Kara, tenías razón. Es un torbellino.- Se rió Keinan. Dio un traspié y se estampó contra el suelo. Alice le había vuelto a poner la zancadilla.
  -Nunca te fíes de una cazadora. Y menos de mí.- Dijo tronchándose de risa al ver como Keinan se sacudía la tierra de los pantalones. Por unos segundos habíamos olvidado la tensión y nos reímos todos. A Keinan no le hizo ninguna gracia.
  -¿Estás bien?- Le preguntó Triz cuando él se sentó a su lado.
  -Sí. Sólo me ha herido en el orgullo. No te preocupes.- Le respondió sin tan siquiera mirarla. La herida que Alice le había hecho ya estaba cerrada, y probablemente en el minuto siguiente desparecería todo rastro de cualquier daño sufrido. Mejor para mí.

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