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miércoles, 1 de junio de 2011

La Llama del Ángel (Capítulo VIII)


ALICE
  -¿Me vas a decir de una vez a dónde vamos?- Llevábamos ya rato en el coche y me estaba poniendo histérica.
  -No. Tú limítate a confiar en mí.- Y sentí como uno de sus dedos acariciaba mi garganta.- ¿Sabes? Casi me da un infarto cuando te he visto aparecer en el salón. Aunque obviamente es en sentido metafórico. Ese vestido te queda como un guante. Es igualito al de…
  -Lo sé.- Le dije sin dejarle terminar de hablar. Había ido bajando el tono de su voz hasta convertirlo en una delicada melodía que me hacía perder los sentidos. Era mejor que hablara de algo, porque cada vez estaba más segura de que a la que le iba a dar un ataque era a mí.- El mérito es de Trizia y Victoria. Yo simplemente me limité a decirles que era lo que quería.
  -Entonces recuérdame que les dé las gracias cuando las vea.- Y la pequeñita llama de la esperanza se encendió en mí. Tal vez no estuviera todo perdido y no me dirigía hacia mi muerte, sino hacia mi inmortalidad. Sólo tal vez.
  Me limité a controlar mi respiración y mi estado de nervios. No tenía ni idea de qué hacía, dónde nos dirigíamos ni que era lo que podía pasar esa noche. Chris escuchó los irregulares latidos de mi corazón, y tomó una de mis sudorosas manos entre las suyas.
  -Amor mío, si tienes miedo, no tenemos porque hacerlo.- En su voz se veía claramente dibujado el temor de terminar con mi vida.
  -Ni de broma.- Contraataqué.- Si soy tu esposa es con todas las consecuencias. Además, ya te he dicho que no es miedo. Son simples nervios.  Confío en ti.- Noté como el coche se detenía. El corazón se volvió a disparar.
  -Bien, en ese caso, hemos llegado.- Me sujetó las manos de nuevo, ya que las precipité hacia la venda para quitármela.- Espera un poco, por favor. Dame sólo un minuto.
  -Vale, pero no tardes.- Dije entrecortadamente. No sabía que estaría tramando ahora, pero mis nervios agradecieron que no tardara más de diez segundos en volver.
  -Ven, te ayudaré a bajar.- Me tomó entre sus brazos y me sacó en volandas del coche. Dio tres pasos antes de depositar mis pies en el suelo.- Espero que te guste.- Me murmuró al oído mientras me quitaba la venda. Y nuevamente, me dejó sin aliento.
  Estábamos en el bosque, y lo que un día había sido las ruinas de su antiguo hogar, ahora había resurgido de sus cenizas cual ave fénix, dando paso de nuevo a un magnífico y maravilloso hogar. Dónde antes había huecos hechos por el paso del tiempo, ahora se volvían a levantar las paredes de blanca piedra, las ventanas se habían cubierto de hermosas cristaleras, y en el jardín había pequeños grupos de flores de distintos colores y olores. Engastados en las paredes de la entrada, había dos enormes faroles, con unas gigantescas velas dentro, bañando con una suave e irreal luz la entrada. En el aire se respiraba magia, porque aquella preciosa casa parecía sacada de un cuento de hadas. Era como haberse adentrado en un túnel del tiempo y retroceder setecientos años atrás.


No sé qué hora era, y tampoco tenía claro si había muerto y estaba en el paraíso, pero si no era así se le debía parecer muchísimo, porque me sentía en mitad de la gloria.
  Tras mis párpados vislumbré un nuevo día. La luz del sol se filtraba por la vidriera de la habitación, y teñía de suaves y cálidos colores la estancia. El frío del cuerpo de Chris contrarrestaba con mi calor, ya que yo seguía abrazada a él y esta vez no había ropa interponiéndose entre nosotros. Era piel contra piel. Volví a pensar que estaba en el paraíso.
  Estiré los dedos de los pies, simplemente para comprobar si mis huesos seguían de una pieza, lo cual no necesariamente significaba que seguía viva. Sentí cómo el pecho de Chris se movía, conteniendo una sofocada risa.
  -Sigues estando de una pieza.- Me susurró. Entonces abrí los ojos y vi la más maravillosa de las expresiones dibujadas en su perfecto rostro. Todo rastro de dolor, culpa o sufrimiento habían desaparecido de él, y la satisfacción, el amor y la devoción eran palpables en su adónico semblante. Sonreí.
  -Te lo dije.- Y me incliné sobre él, moldeando mi cuerpo al suyo, como si fuera plastilina. Rocé sus labios con los míos.- Siempre confié en ti.- Una pequeña llamarada de dolor recorrió su rostro.- ¿Qué ocurre?
  -Hubo un momento…- Dijo mientras cerraba los ojos. Elevó ligeramente la cabeza y yo miré en esa dirección. Sobre el cabezal de la cama había un agujero en la pared de piedra, del tamaño exacto de su puño.
  -¿Cuándo pasó eso?
  -Cuando me entregaste tu virginidad. El olor a sangre fresca hizo que me descontrolara durante una milésima de segundo.- Me percaté de que todavía estábamos sobre las sábanas y que para él sería un poco complicado mantener su autocontrol si persistía el efluvio de mi sangre.
  -Hay que cambiar las sábanas.- Espeté de sopetón, mientras trataba de enderezarme. Pero Chris me envolvió entre sus brazos y me apretó de nuevo contra su cuerpo. Temblé de placer al ver como chispeaban sus ojos.
  -Ya lo hice yo mientras dormías.- Arrugué la frente ya que no entendía el porqué.- Tenías razón en algo.- Miles de diminutas arrugas poblaron mi frente.- He encontrado la manera de tenerte sin matarte.- Y al instante siguiente me volvía a perder entre sus brazos.
 (......)
 
De pronto, oímos un coche que se acercaba por el camino de tierra. No le hubiera dado importancia si no hubiese sido porque todos estábamos en casa. Pero lo que acabó de despertar a la cazadora que llevaba dentro fue la reacción de Chris. Tensó todos y cada uno de sus músculos, apretó la mandíbula con tanta fuerza que oí como le rechinaban los dientes, sus mortífera uñas se largaron y sus hermosos ojos azules se tornaron carmesí. Dejé que una oleada de fuerza recorriera mis venas y mis células, y saqué a la cazadora. Ojos negros, colmillos reluciendo cuales hermosas perlas asesinas, piel de diamante, uñas parecidas a mortíferas garras. Mi esencia demoníaca saliendo a la superficie. Victoria nos miró, temblando ligeramente a causa de la impresión.
  -¿Qué ocurre?- Se atrevió a preguntar, pero sin mirarnos a nosotros. Miró a Lucian, que permanecía todavía impasible.
  -Alice.- Gruñó Chris, con aquel aterrador sonido de ultratumba en que se había convertido su voz. El efecto de aquel nombre fue inmediato. Lucian despertó de su aparente calma, y mi suegro y mis cuñados hicieron lo propio en cuanto entraron en el salón. Habían oído a Chris. Sin embargo en mí obtuvo un resultado totalmente contrario. Enterrando a la cazadora bajo la piel humana que todavía era, musité:
  -¿Alice?- Miré a Chris, que asintió.- ¿La Alice que yo conozco? ¿Mi amiga?
  -Y la cazadora.- Replicó Chris, demostrando su desconcierto y su furia. Su voz era cada vez más grotesca. Los inmortales que había en aquella habitación tomaron posiciones de inmediato. Lucian escondió a Victoria a sus espaldas, Keinan hizo lo propio con Trizia y le dijo en un tono amenazante “sin tonterías, Triz.” Helia besó fugazmente en la frente a mi madre, antes de colocarse frente a ella, cómo el ángel protector que era. Andros y Olimpia flanquearon el costado derecho. Drake el izquierdo. Y Chris se puso delante de mí. Todos estaban listos para la posible batalla.

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