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domingo, 12 de junio de 2011

La Llama del Ángel (Capítulo XII)

DOS GOTAS
  Todos aguardaban nuestra llegada. Supuse que mi inmortal familia había oído la pequeña discusión con Lucian y que estaban preocupados. Pero todo ese desasosiego desapareció de sus bellos rostros cuando nos vieron entrar a los tres cogidos de la mano. Mi suegro dibujó una sonrisa que jamás había visto hasta ahora.
  Chris y Lucian me dejaron sentada en el sofá. Estaba agotada. Las oleadas de energía que usaba para sacar a la cazadora me dejaban exhausta. Y eso no había ocurrida jamás. Este embarazo se complicaba por momentos. Retomaron la conversación que se les había quedado pendiente, y escuché como Helia les decía que estaba de acuerdo en montar en el garaje un hospital provisional.
  -Creo que has conseguido lo que nadie creyó que fuera posible.- Me dijo Victoria sacándome de mi pequeño descanso. Se había sentado a mi lado, pero ni siquiera me había dado cuenta.
  -¿A qué te refieres Vic?
  -Bueno, en un día consigues que firmen la paz y estar embarazada. Lucian me ha explicado que es imposible. Pero me parece que no hay nada imposible para tí.
  -Créeme, estoy igual de sorprendida que ellos.- Incliné la cabeza hacia atrás y bostecé.
  -¿Estás cansada?- Noté su mano sobre la mía.
  -Y hambrienta. Creo que soy capaz de comerme un toro.- Oí su callada risa.- No te rías.
  -Seguro que Chris se alegra de que por fin decidas comer por tu cuenta, sin que él tenga que obligarte. Siempre has comido fatal.
  -¿Me estás riñendo?- Le dije sin abrir los ojos.
  -Más o menos. ¿Quieres que te traiga algo de comer?
  -Por favor.- Dije el tiempo que mis tripas rugían.
  Victoria se fue y yo me quedé dormitando otro rato. Oía a Chris, Lucian y mi madre, pero no quise prestar atención a su conversación. Estaba rendida y famélica.
  Vic me trajo una bandeja llena de comida. Carne en salsa, ensalada, pan, queso fresco y fruta. Ni si quiera me levanté del sofá. Empecé a devorar todo aquello en cuanto puso la fuente sobre mis rodillas.
  Veo que voy a tener que dejar de preocuparme por tu alimentación.- Me susurró Chris en mi mente. Temblé de placer al escuchar su melódica voz.
  -¿Tienes frío?- Me preguntó Victoria mientras me acercaba una pequeña manta que había sobre el sofá.
  -No. ¿Por qué?
  -Has temblado. Pensé que estabas destemplada.
  -¡Ah! Eso… no te preocupes. Es culpa de Chris. Siempre que me habla mentalmente, me echo a temblar.- Dije con la boca medio llena.
  -¡Ah! Vale.
  -Ya sé que es raro, Vic, pero en mi vida no hay muchas cosas que sean normales.
  -Eso es cierto. ¿Puedo saber qué les has dicho para que firmen la paz? He tratado de convencer a Lucian de que no era sano que siguiera enfrentado a Chris de esa manera, pero no ha habido forma. Y de pronto vas tú y les dices no sé qué y, como por arte de magia se empiezan a llevar bien.


-Bueno, por la cuenta que les trae, más vale que sea así. Les he dicho que si no hacían las paces, me iba.
  -¿Qué? ¿Te has vuelto loca o qué?
  -Puede. Pero si con ello consigo que dejen atrás viejas rencillas y que no se maten entre ellos, me basta.
  -Era un farol, ¿verdad?- Me susurró al oído. No respondí con palabras, me limité a arquear una ceja.- Eres increíble. Y ellos tontos, por creerte.- Volvió a musitar.
  -Mira Victoria, les necesito, a ambos. Ya tuve que luchar hace más de catorce años para que no acabaran matándose entre ellos, y ahora, con todo lo que se nos viene encima, no puedo estar pendiente de ellos. Amo a Chris, más de lo que alguien es capaz de amar, pero quiero a Lucian, es un hermano para mí. Y necesito que estén a mi lado, sin odios y sin riñas, porque no sé en qué va a terminar esto.
  -¿Te refieres a tu embarazo?
  -No, eso no me asusta. Si Jake descubre que estoy en cinta, las cosas se pueden precipitar. Y me debilito Victoria. No me había dado cuenta hasta ahora, pero sacar a la cazadora tiene sus consecuencias. Necesito paz y calma, no estar cada dos por tres hecha una fiera, metiéndome  entre ellos dos para reprimir sus ataques de cólera e ira. Ahora más que nunca tenemos que pasar desapercibidos.
  -¿Qué crees que opinará Alice?
  -Sinceramente Vic, no tengo ni la más remota idea.- Dije apartando la bandeja de mis piernas. Ella la cogió y la dejó sobre la pequeña mesa que teníamos enfrente.
  Debí quedarme frita en el sofá, porque desperté en mitad de la noche abrazada a mi inmortal y bello ángel. El frío de su marmóreo y escultural cuerpo se colaba a través de mi ropa. Chris no se había molestado en desvestirme para no despertarme. Apreté mi mejilla contra su gélido pecho y aspiré una fuerte bocanada de aire, dejando que su efluvio cosquilleara en mi garganta.
  -Mm… ¿qué hora es?- Pregunté sin abrir los ojos.
  -Las cinco de la mañana. Duérmete.- Me susurró, enterrando sus labios en mis cabellos y depositando un beso en mi cabeza.
  -No tengo sueño.- Repliqué apretándome más contra él.
  -Te quedaste dormida en el sofá, sobre las nueve de la noche. Ni te enteraste cuando te subí a la habitación. Tienes que descansar.- Su pecho ronroneó, tratando de componer esa nana que era para mí.
  -Si me dormí a las nueve y son las cinco de la mañana, significa que he dormido ocho horas. Eso es mucho para mí.
  -Cariño, no quiero discutir contigo, pero debes cuidarte. Estás embarazada.
  -A ver Chris, embarazada no significa inválida o enferma. Además, tengo hambre.- Mi cabeza se balanceó sobre su pecho cuando soltó una pequeña risa.
  -Se me hace sumamente raro que tengas hambre. ¿Qué quieres que te suba?
  -¿Quién está hablando de comida, Chris?- Y de un salto me puse sobre él. Pero en uno de sus inhumanos y veloces movimientos, me agarró por la cintura y me tumbó con delicadeza de nuevo sobre la cama.
  -No.- Dijo seca y cortantemente.
  -¿Por qué?- Mis manos resbalaron por debajo de su camiseta, recorriendo su escultural pecho de hielo.
  -No quiero haceros daño a tí o al bebé.- Incluso en la reinante oscuridad que nos rodeaba, vi el dolor y la culpa en sus ojos.
  -Eso es una tontería, Chris. Sólo quiero hacer el amor contigo, no que me abras en canal y me arranques las tripas.- Y traté de engatusarlo posando mis labios sobre su cuello.
  -Eres tan humana, Kara. Y lo que me faltaba era que encima tus hormonas anduvieran más revueltas de lo normal.- Me agarró por las muñecas y puso mis manos por encima de mi cabeza. Se posó sobre mí, sin llegar a descansar el peso de su cuerpo sobre el mío. -No te pienso tocar hasta que mi padre te vea. Seguiremos las prescripciones del médico. Si Helia te hace una ecografía y dice que todo está bien y que podemos mantener relaciones, haré el amor contigo cada vez que quieras, pero si no, no hay sexo, ¿entendido?
  -Eres un aguafiestas.- Aspiré una enorme bocanada de aire, porque sabía que en cualquier momento se me olvidaría respirar. Su efluvio cosquilleó en mi garganta.- Además, no me gusta la idea.- Refunfuñé. ¿Cómo me pedía aquello cuando estaba sobre mí, murmurándome al oído?
  -Se buena, cariño. Di que sí.- Su escarchado aliento rozaba cada poro de mi cuello, haciéndome tiritar de placer.- No quiero obligarte.
  -Ya… me… estás… obligando.- Dije entre jadeos mientras trataba de recordar cómo se respiraba. Empezó a recorrer el curso de mi yugular con besos. Traté de coger aire. Sabía que él ya había ganado, pero no quería reconocer su victoria tan pronto. Me repateaba hacerlo.
  -Por favor… - Sentí como uno de sus colmillos rozaban la tersa piel de mi garganta.
  -Vale… tú ganas.- Conseguí decir.
  -Eso está mejor.- Me replicó triunfante mientras bajaba de encima de mí.
  -Creía que ya eras inmune a mí.- Señalé sus colmillos que relucían en la oscuridad como perlas asesinas.
  -Nunca me inmunizaré ni a tu efluvio ni a tu luz. Pero tengo el suficiente autocontrol como para no matarte.- Giró su cuerpo y clavó su codo en la almohada mientras recostaba su cabeza sobre la palma de su mano. Me dedicó una de sus devotas miradas.- ¿Puedo preguntar algo?- Asentí con la cabeza mientras me ovillaba contra él.- ¿Era cierto que te hubieras ido si Lucian y yo no firmamos la paz?
  -¿Tú qué opinas?- Rodeé su cintura con uno de mis brazos y volví a dejar que su perfume cosquilleara en mi garganta.
  -Creo que sí que hubieras sido capaz. Aunque no hubieras ido muy lejos, y hubieras dejado las suficientes pistas como para que Lucian y yo te buscásemos, con la esperanza de que en esa búsqueda hubiéramos superado nuestros problemas.- Me acariciaba el cabello y yo seguía temblando de placer. 
  -Me conoces demasiado bien, Chris.- Y de pronto me encontré sobre él, apretada contra su pecho y con sus dulces labios a menos de un milímetro de los míos. Jadeé, porque por mucho tiempo que pasara con él,  por mucho que supiera lo hermoso y letal que era, jamás dejaría de eclipsarme.
  -Te amo, ¿lo sabes?- Sólo pude asentir.- Y sabes que esto lo hago por tí.- Volví a asentir. Me daba igual por qué lo hubiera hecho, con tal de que mantuviera su palabra.- Porque por mí, lo hubiera descuartizado.- Y sus ojos refulgieron como infernales y apocalípticas llamas.- Mantendré mi palabra, mientras no te vuelva a besar.
  -¿Celoso?- Y lo cierto es que la idea de que le molestara me gustó. Definitivamente mis hormonas me jugaban malas pasadas.
  -¿Debería?- Su tono fue irónico y malicioso. Y decidí responderle en el mismo tono.
  -Sabes que no.- Y estampé de forma enfermiza mis labios contra los de él. Me aferré a su cuello, como quien se aferra a la vida, mientras buscaba su lengua con la mía y me apretaba más contra él. Sabía que estaba haciendo mal, que me había dicho que no, pero él siempre despertaba mis instintos y, yo no siempre era capaz de controlarlos.
  -Mierda Kara.- Consiguió farfullar entre dientes al tiempo que me dejaba sobre la cama. Sus ojos llameaban, su pecho gruñía como un animal hambriento. Y es que en ese beso, sus colmillos se habían alargado y yo los había rozado con mi lengua, cortándome. El sabor de mi sangre en su boca, por poca que fuera, era demasiado incluso para él.
  -Lo siento.- Dije, pero ya se había levantado, apretando los puños para que no viera sus uñas. Me dejó allí, con mis remordimientos ensañándose conmigo y con la culpa cernida sobre mí. Volvió al cabo de un rato, con mi desayuno. No me dijo nada. Simplemente dejó la bandeja sobre la cama.
  -Lo siento Chris. Perdóname. Ya sé que ha sido estúpido por mi parte…
  -No estoy enfadado contigo, Kara.
  -Y, ¿entonces?- Se sentó a mi lado y sacó lo que había estado escondiendo a sus espaldas. Una copa de plata llena de sangre.
  -Estoy furioso conmigo.- Me acarició los cabellos y me dio un casto beso en la frente.- Me haces sentir tan humano, Kara, que incluso a veces olvido lo que soy. Desatas en mí tantas emociones y tan contradictorias, que dejo de recordar que en cualquier momento podría matarte. Y por si eso fuera poco, por si no creyera ya que voy a acabar loco, ahora tenemos añadido el embarazo y tus hormonas disparadas.
  -Perdón.- Musité.
  -¿Por qué? ¿Por amarme? ¿Por devolverme parte de mi humanidad? ¿Por hacerme feliz? ¿Por hacerme padre cuando se supone que es imposible? Nunca me pidas perdón, cielo. Me diste la vida, Kara, me devolviste la esperanza, me enseñaste a amar, me diste un motivo para querer dejar de ser lo que era, me hiciste ser humano de nuevo. A veces me vuelves loco, pero bendita locura si parte de tí. Te amo.- Y concluyó su exposición con un ardiente beso en mis labios.- Desayuna, por favor. Tienes un hijo que alimentar.- Y le dio un trago a la copa.
  Cogí la bandeja y comencé a comer. Chris me había subido de todo, y mientras devoraba parte de aquel suculento desayuno, observé como él se terminaba el contenido de la copa. Eso despertó una curiosidad en mí.
  -¿Puedo preguntarte algo?- Conseguí decir mientras me engullía un trozo de queso fresco.
  -Lo que quieras.
  -¿A qué sabe tu sangre?- Lo dije por lo bajini, porque temí que se pusiera furioso. Pero como siempre, me sorprendió.
  -Estabas tardando en hacerme esa pregunta. No lo sé. Nunca me he mordido a mí mismo.
  -¿Podría probarla?- Y me miró estupefacto.
  -No lo dices en serio, ¿verdad? Ya sabes que eso puede ser peligroso.
  -Sólo quiero saber si sabes igual de bien que hueles. Una gota, por favor.- Supliqué.
  -¿Por qué?
  -No sé. Es algo que se me ha pasado por la cabeza y que no me lo puedo quitar.- Y era cierto. Jamás había pensado en probar su sangre, y no porque me fuera a matar si bebía demasiada, sino porque no lo consideré. Pero ahora, algo dentro de mí me pedía que lo hiciera.
  -Esto se complica por momentos.- Imagino que vio la determinación dibujada en mi rostro y sabía lo terca que podía llegar a ser, así que accedió.- Solo una gota.- Asentí.
  Dejó salir sus colmillos y se mordió en la muñeca, como si fuera un suicida cortándose las venas. Simplemente hundió sus colmillos, lo justo para que dos gotitas salieran a la luz. Pasé mi lengua por encima de las dos gotas y, me desmayé.

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