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sábado, 11 de junio de 2011

La Llama del Ángel (Capítulo XI)

ERIKA
  Mi vida detenida en un minuto interminable, en sesenta segundos que se negaban a avanzar en el reloj, conteniendo el incierto futuro en un suspiro que me negué a dejar escapar. 
  Cincuenta y siete, cincuenta y ocho, cincuenta y nueve, sesenta. Cerré los ojos, contuve de nuevo el aliento, giré mi cabeza hasta la posición exacta dónde se encontraba mi destino y, abrí los ojos.
  Le oí andar, con sus sigilosos y elegantes pasos por nuestro dormitorio, dando vueltas como una fiera enjaulada, castigándose y culpándose por algo que no había previsto y que posiblemente significara otro drástico y radical cambio en nuestras vidas.


 (...)
  -Espera un momento. Hay algo que te quiero preguntar.- Y suspiró, porque me conocía mejor que nadie en este mundo, y sabía que Lucian había despertado mi curiosidad y mi desconcierto.- ¿Fue Erika la causa de tu enemistad con Lucian?
  -Sí.- Murmuró. No necesité que me dijera que le incomodaba la pregunta. En sus ojos vi que no le agradaba hablar del tema, pero yo necesitaba respuestas.
  -¿Qué pasó?- Volvió a coger aire antes de responderme. Vi la duda dibujada en su adónico rostro. La duda de si me iba a doler lo que me iba a contar, el temor a herir mis sentimientos.- Necesito saberlo Chris. No te voy a juzgar, pero necesito saber que pasó entre Lucian y tú. Te amo y, aunque a veces me gustaría arrancarle la cabeza a tu hermano con mis propias manos, le quiero como a un hermano y, quiero que entre vosotros dos haya paz. No que os estéis retando a la mínima ni echándoos por cara viejas rencillas.
  -Como te dije, nunca me interesó seguir con el negocio familiar. Cuando te dije que mis intereses iban por otro lado, lo expresé de una forma sutil. Lo único que me interesó en mi humana vida, fue disfrutar al máximo posible de ella. Siempre he sido egoísta, Kara, alguien que sólo se preocupaba de satisfacer sus necesidades. Buena ropa, trajes elegantes, fiestas exclusivas, excelente comida, mejor bebida  y…- supe porque se detenía.
  -Y mujeres.- No sonó como un reproche, porque realmente nunca le reprocharía nada de su vida pasada.
  -Sí. Y mujeres. Te puedo asegurar y, no me enorgullezco de ello, que me aproveché de muchas mujeres. Mi padre me recriminaba mi comportamiento, mientras que Lucian hacía todo lo que se suponía que debía hacer yo. Se ocupaba del negocio, de complacer a mi padre, de sustentar a la familia, de pagar mis excesos. Lucian siempre hacía lo correcto.- Fue un claro reproche.- Y cuando él tenía veinte años y yo veinte y tres, apareció Erika.- La punzada de celos apareció en mi corazón, y él, como siempre la escuchó.
  -No era yo quien la amaba. Era Lucian. Ya te lo dije amor, jamás amé porque tú no existías.- Me susurró al oído.
  »Erika era guapa, mucho, y caprichosa. Era una mujer que a pesar de sus dieciocho años sabía lo que quería. Estabilidad económica, un marido rico y complaciente y un amante fogoso. Fijó sus ojos en Lucian  para lo primero y, en mí para lo segundo.
  »Ambos caímos en su trampa. Bueno, tal vez Lucian no era consciente de los planes de Erika, pero yo sí. Y no me importó.- Lo dijo en un susurro.- No me enorgullezco de ello, pero tenerla cerca era tentador. Muy tentador.
  »Lucian, de nuevo hizo lo correcto. Durante un año, la agasajó, la cortejó, pidió permiso a sus padres y acabó casándose con ella.
  -¿Lucian se casó?- Pregunté atónita.- Nunca me lo contó.
  -Creo que mi hermano y yo tenemos tendencia a ocultar lo que hicimos en el pasado. El caso es que Erika pasó a ser mi cuñada.
  -¿Y tú su amante?
  -Sí. Ella era caprichosa, volátil, ardiente. Y al parecer, Lucian no cubría todas sus necesidades. No sé si me explico.- Asentí con la cabeza.- Nuestros encuentros eran fugaces, y apasionados. Nos veíamos poco, ya que yo seguía a mi padre por todas nuestras rutas comerciales, aunque a desgana. Una vez cada mes o cada mes y medio, nos encontrábamos y nos dejábamos llevar.- Se detuvo durante un segundo, sopesando si me decía lo que ocurrió después.
  -¿Qué pasó?- Le dije, presionándole ligeramente.
  -Erika quedó embarazada.
  -¿De tí?- Pregunté voz en grito.
  -No. De Lucian. O al menos eso es lo que ella me aseguró. Cuando eso pasó, cuando Lucian vio completada su felicidad y, tras una larga noche de charla y alcohol con mi hermano, me di cuenta de que lo que yo estaba haciendo con Erika no estaba bien. Creo que fue la primera vez que tuve consciencia del deplorable ser que yo era.
  -Chris…- Dije, acariciándole la cara, tratando de mitigar la vergüenza y el dolor que él sentía.
  -No importa. Tú me ayudaste a superar todo eso.- Dijo besándome en los labios.- El caso es que, aunque yo lo tuve claro, Erika no aceptó el cambio de planes. Le dije que se había terminado, que a partir de ese momento iba a tratarla como lo que era, mi cuñada, la mujer de mi hermano y la madre de mi sobrino. Pero una noche, aprovechando que estaban en casa, en la casa de mis padres, ella se metió en mi habitación, se abalanzó sobre mi cuello y me besó ardientemente. Ni siquiera me dio tiempo de apartarla. Lucian abrió la puerta. Erika se había encargado de que lo siguiera.
  »El caos se apoderó de mi casa. Mis padres entraron a ver qué ocurría al oírnos gritar a Lucian y a mí. Le dije que no era lo que parecía, que no era cierto que entre Erika y yo hubiera algo, pero ella, en vez de negar las cosas para solucionar el problema, lo afirmó todo y, se atrevió a asegurar que yo era el padre.
  »Eso fue el detonante para mi hermano y, me retó a un duelo. Para limpiar su honor. Mi madre, una de las mujeres más excepcionales que he conocido, trató de evitarlo. Me dijo que huyera, me dio dinero y me suplicó que me fuera. No le hice caso.
  »Mi intención era reparar el daño que había hecho. Acudiría a ese duelo, y dejaría que Lucian creyera que lucharía, para dejarme matar.- Le miré atónita, conteniendo un doloroso jadeo.- El duelo era con espadas. Lucian siempre ha sido un poco melodramático. Le obligué a que no hubiera testigos. No quería que nadie viera como me dejaba matar. Y al amanecer, nos encontramos en un campo cercano a nuestra casa que colindaba con el bosque. En mi vida he visto a Lucian tan furiosos y lleno de ira como aquella mañana. Sus ojos estaban inyectados de sangre, apretaba los dientes con tanta fuerza que oía como le rechinaban y, sus nudillos era increíblemente blanco debido a la fuerza con la que blandía la espada. Pero ni si quiera llegamos a enfrentarnos.
  »Debió ser la luz de Lucian y su ira lo que le atrajo a nosotros. Ni siquiera recuerdo como fue. Algo, o más bien alguien, golpeó a Lucian que cayó inconsciente ante mí. No llegué a dar ni un paso. Me desmayé.
  »Nos llevó a una antigua casa perdida en mitad del bosque. Allí se bebió parte de nuestra sangre, nos robó la luz y nos transformó. Despertamos a la vez, sin saber que nos había pasado, cubiertos de sangre, con más fuerza de la que un humano corriente podía tener. Y seguimos con la pelea.
  »Casi nos matamos mutuamente. Siempre he sido más fuerte que Lucian y, cuando me di cuenta de que por poco lo mato, de que me había convertido en un demonio, paré. Nos observamos mutuamente. Lucian tenía las uñas fuera, los colmillos relucían tras sus labios y sus ojos habían dejado de ser azules para ser carmesí. Busqué mi reflejo en una olvidada bandeja metálica que había allí y, comprobé que era un demonio. Ese era mi castigo por una vida llena de excesos y de abusos.
  »Lucian desapareció. Salí tras él y le encontré en las puertas de nuestra antigua casa. Mamá estaba a los pies de dos tumbas, de nuestras tumbas. Unas tumbas vacías de cuerpos y llenas de piedras. Hicieron creer que Lucian y yo habíamos emprendido un viaje de negocios y que nos habían asaltado y asesinado. Nadie sospechó.
  »Ella apareció de repente, compungida por lo ocurrido. Se acercó lentamente a mamá, que la miró con ira, con mucha ira.
  »-Agradezco a Dios que hayas perdido a mi nieto, así te perderé de vista. Te quiero fuera de mi casa a mediodía.- Jamás creí que mi madre fuera capaz de destilar tanto odio.
  »-Adelisse, por favor…- Le suplicó Erika. Pero desde la distancia vi que era un falso lamento. Otra más de sus tretas. Sin embargo Lucian no fue capaz de verlo. Él seguía amándola.
  »-Eres una zorra. Una puta culpable de la muerte de uno de mis hijos y de la desaparición del otro. Y ni siquiera sé sobre cuál de las dos tumbas he de verter mis lágrimas. Te vas a ir a mediodía, o si no, yo misma seré le que acabe con tu asquerosa vida.- Mi madre albergaba demasiado rencor en su corazón hacía Erika como para que ella se tomara a la ligera esa advertencia.
  »Mamá se levantó y se fue, dejando a mi cuñada sola en aquel improvisado cementerio. El aroma de la sangre de Erika y de mi madre llegó a nosotros, empujado por una leve brisa que decidió alzarse. Y ambos sentimos hambre. No nos habíamos alimentado desde el despertar de esa nueva vida.
  »Puede que yo fuera más fuerte físicamente que Lucian, pero él siempre ha sido más fuerte en otros aspectos. Supo controlar su hambre y su sed y, no se dejó cegar por el aroma ni por la luz de ninguna de las dos.
  »Pude contenerme con mi madre. Era mi madre, la mujer que me dio la vida, la que me suplicó que huyera para mantenerme a salvo. Pero no pude hacer lo mismo con Erika. No cuando vi y escuché lo que dijo sobre nuestras falsas tumbas.
»-Siempre fuisteis un par de estúpidos. Y ahora, por vuestra culpa, yo me quedo sin nada. Os maldigo.- Y escupió sobre nuestras tumbas.
 »Me abalancé sobre ella, le mordí y bebí su sangre, al tiempo que mi demoníaca esencia se bebía su luz. Lucian vino corriendo, pero llegó tardé. Yo ya había matado a Erika. Y ahí comenzó mi oscuro reinado. Me di cuenta del poder que se obtenía matando, de lo fuertes que podíamos llegar a ser y, a pesar de nuestras diferencias, Lucian y yo permanecimos juntos. Nos escondíamos en los bosques, en casa abandonadas. Hasta que nos encontró Helia.
  -¿A qué te refieres con que Lucian y tú teníais diferencias?
  -Lucian se horrorizó al comprender en lo que se había convertido. Se alimentaba por necesidad, odiándose cada vez que segaba una humana vida. Lo hacía cuando no le quedaba más remedio y, se alimentaba escasamente una vez al mes o al mes y medio. En cambio, a mí me siguió gustando en lo que me había convertido. Los restos de humanidad que había en mí, si es que alguna vez los hubo, desaparecieron con la transformación. Tras dos años conviviendo juntos, Helia nos encontró. Lucian abrazó los preceptos de la nueva vida que Helia le propuso y, le resultó sumamente fácil adaptarse. Conmigo, como bien sabes, no tuvo el mismo efecto.
  -Así que el origen de vuestro odio fue una mujer.- No era una pregunta, simplemente una afirmación. Por una mujer se enemistaron, hasta el punto de llegar a querer matarse y, por otra mujer parecían dispuestos a seguir con aquella guerra. Pero esta vez, la mujer tenía que encontrar la forma de reconciliarlos. Como fuera.

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